La neurastenia
Peces Històriques Triades Per Josep Maria CasasúsLa neurastenia es el mal de este fin de siglo, el mal de moda, la enfermedad que “ viste ” más. En tiempos del romanticismo las personas que se preciaban en algo habían de estar tísicas, éticas, como entonces se decía. La “ Dama de las Camelias ” es la apoteosis de la tisis… y de algo más. Hoy es menester estar neurasténico, y si la neurastenia es cerebral, mejor. El mal romántico residía en el pecho; ahora el romanticismo se nos ha subido a la cabeza. No hay necesidad de definir la neurastenia ni de precisar sus síntomas, porque tiene los de todas las demás enfermedades, sin reconocer por causa la de ninguna de ellas. Además, hay tantas neurastenias como neurasténicos. Cuando uno “no sabe lo que tiene ”, tiene una neurastenia. Sin embargo, justo es decir que se ha consignado como causa general de tal enfermedad la que su nombre etimológicamente indica: agotamiento nervioso. En un período relativamente corto se nos han venido encima tantos progresos científicos e industriales, multiplicando al infinito e intensificando de tal suerte nuestra actividad cerebral y nuestras emociones, que ya no podemos más: el sistema nervioso nos dice: “Basta, basta”; y este “basta, basta” es la neurastenia. Un ingenioso escritor francés, Andrés Hallays, ha dedicado en el Journal des Débats, dos largos artículos al mal moderno, empezando por hacer su historia, que remonta a los tiempos de Homero. […] La democracia ha hecho la lucha por la vida más intensa y desgarradora: como todos pueden llegar a todo, cada uno quiere alcanzar a lo más alto. El pueblo tipo de esta lucha social son los Estados Unidos de América, que es donde se encuentran más neurasténicos: de modo que la neurastenia se ha llamado el “mal americano”. Pero como, para el caso, todo el mundo civilizado tiene algo de América, bien puede llamarse la neurastenia mal universal de nuestros días. ¿Qué le vamos a hacer? ¿Daremos un salto atrás para volver a las delicias de la vida patriarcal? Esto bien se ve que no es posible; pero tampoco sería decoroso. El hombre debe ir adaptándose a la marcha general de la Humanidad. […] Demos a la vida social lo que a la vida social indudablemente se debe; pero pensemos ante todo en nosotros mismos; y en medio del torbellino, sea la ascensión de nuestra alma el punto firme donde vayan a estrellarse y morir todas nuestras intranquilidades y todas nuestras neurastenias.