Rafael Argullol

Invitación al inconformismo

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Pintura anònima que representa el filòsof datat al segle XVII.

U

na de las principales dificultades de la vida pública —aunque también de la vida individual— es ponerse en el lugar del otro, tratar de pensar como él o averiguar la causa de sus opiniones. La pereza y el dogmatismo llevan a acomodarse en el propio bando: los creyentes con los creyentes, lo ateos con los ateos, la derecha con la derecha, la izquierda con la izquierda, y así sucesivamente. La incapacidad de situarse, aunque sea provisionalmente, en el mirador ajeno lleva al conformismo y a la esterilidad. Lamentablemente esto no sólo es muy frecuente en la acción política sino también en el mundo intelectual y artístico, donde muchos encuentran refugio en posiciones similares, si no idénticas, a la que ellos defienden.

Estar siempre en la propia trinchera es de una monotonía lamentable mientras que atreverse a combatir a campo abierto comporta, junto con los riesgos, la excitación de confrontarse con lo adverso y desconocido. Hay autores que facilitan una actitud conservadora, con lectores fielmente acorazados a su sombra; no obstante, hay otros autores, los menos, que llaman a la desprotección y a la búsqueda. Estos últimos acostumbran a ser contradictorios, reacios a ser asimilados en dogmas bien definidos. Montaigne en su elegancia, Schopenhauer en su altivez o Nietzsche en su apasionada provocación forman parte de ese grupo. Pero quizá el maestro de esos intelectuales que no invitan al acatamiento sino a la incertidumbre sea Blaise Pascal, un hombre de talante renacentista que acabó consumido por el fuego de lo divino.

Los Pensamientos de Pascal son siempre, para quien se atreve con ellos, una invitación a la paradoja y a la ironía. Si alguien no da ninguna importancia a lo trascendente, no cree en Dios, no piensa que hay algo que escapa a la razón… ese alguien debería enfrentarse a los Pensamientos de manera obligatoria para poner en juego algunas de sus certezas. Y, desde luego, no hace falta creer en lo que creía Pascal. Creerlo sería traicionarle.

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