Gigantes con pies atómicos

Claves para entender la disputa fronteriza entre China e India

Mónica García Prieto
3 min
Manifestants indis cremen imatges del president xinès, Xi Jinping

PeriodistaSon los dos países más poblados del mundo, con más de 1.300 millones de habitantes cada uno; dos potencias nucleares y ambos están encabezados por líderes nacionalistas para quienes el orgullo puede ser tan importante como la geoestrategia.

Los enfrentamientos entre soldados chinos e indios en el Valle de Galwan, en la frontera que se disputan ambos países en el disputado estado de Cachemira, en el área del Himalaya, que dejaron al menos 20 muertos y casi 80 heridos son un buen recordatorio de las fragilidades en las que se sustenta la estabilidad mundial, proyectando una tenebrosa sombra de conflicto sobre las fronteras más recónditas del planeta.

Las escaramuzas son el colofón de varios meses de incursiones y tensión que compromete el estatus quo de la Linea Actual de Control, unos 3.380 kilómetros de frontera. El lunes, la tensa calma derivó en combates feroces desencadenados, según Nueva Delhi, por la construcción de una estructura china en zona disputada, Pekín asegura que tropas indias cruzaron la demarcación “provocando y atacando al personal chino”.

El ejecutivo indio responde que fueron los chinos quienes tomaron dichas posiciones en mayo, cuando cruzaron la Línea Actual por tres puntos diferentes, erigiendo puestos de control y campamentos y adoptando mediante la táctica de hechos consumados el control.

A pedradas y garrotazos

El mortal enfrentamiento se libró a pedradas y garrotazos -ambas partes acordaron prohibir el uso de armas de fuego a menos de dos kilómetros de la polémica frontera común, la llamada Linea de Control Actual, en 1996- en la región de Ladakh, próxima a Aksai Chin, reclamada por India pero controlada por China. La saña empleada no es sorprendente, viendo las imágenes de los bates con clavos empleados, como tampoco lo es que varios de los heridos fallecieran congelados, dado que la zona se encuentra a 4.300 metros de altitud. Lo cierto es que no se habían vivido combates de tal envergadura desde hace 45 años. China no ha informado sobre bajas entre sus filas aunque según medios indios al menos 40 soldados habrían muerto. Lo que sí ha hecho es reclamar “la soberanía sobre la región del Valle de Galwan”, una afirmación refutada por India como “exagerada e insostenible”.

La disputa fronteriza data de la guerra sino-india de 1962, que ensombreció las relaciones entre ambos gigantes asiáticos -marcadas por la desconfianza mutua- pero ¿qué la reaviva ahora, meses después de que Xi Jinping y Narendra Modi celebraran una cumbre en la localidad de Mahabalipuram? Según los analistas, varios factores. Ante el vacío de poder que va dejando progresivamente la incoherente política norteamericana, China va adquiriendo un papel internacional que inquieta a Nueva Delhi, que siempre ha contado con su alianza con EEUU para contener a su vecino. Y Pekín puede ver en el actual caos mundial una oportunidad para resolver cuestiones territoriales, alejado del foco mediático. Además, pesa la revocación del estatuto especial de Cachemira, que India considera un asunto interno aunque China -aliada con Pakistán en esa disputa- lo ve como una amenaza.

Pese a la pacífica imagen de la China comunista, que desde 1949 solucionó 17 de las 23 disputas territoriales con sus vecinos a costa de perder territorio, la llegada al poder del nacionalista Xi Jinping ha resucitado la retórica militar. La política de hechos consumados es una vieja táctica para asimilar territorios en disputa, como demuestra el conflicto del Mar del Sur de la China, un conjunto de islas situadas en aguas internacionales y disputadas por Taiwán, China, Vietnam, Filipinas, Malasia y Brunei que Pekín reclama como propias y que, de asimilar, le concederían el control sobre un tercio de la navegación mundial.

Poco a poco, China ha ampliado el terreno y levantado infraestructuras en los islotes que pueden tener uso civil y militar, como pistas de aterrizaje, hangares capaces de albergar aviones de combate, radares, sensores y sistemas de comunicaciones que, según Pekín, están destinados a la observación metereológica. Cualquier analista en sus cabales duda de ello.

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