LA BORSA O LA VIDA

Trump, con el agua al cuello / La república bananera

Al fin y al cabo, una república bananera se debe de parecer mucho a una monarquía bananera

Xavier Bosch
3 min

Trump, con el agua al cuello

Cuanto más alto trepa el mono, más se le ve el culo. Los cuatro años de mandato de Donald Trump empezaron mal y han acabado en el colmo de la vergüenza. Si no supo ganar, ¿cómo queríais que supiera perder? Ni el más osado de los analistas, sin embargo, había pronosticado que su llamamiento a la revuelta acabara con el asalto del Capitolio. El delirio de Trump y su incitación a la rebelión provocaron un golpe de estado friqui, que no por eso es menos peligroso. La imagen de un manifestante con el móvil en la mano, la risa en la cara y los dos pies sobre la mesa de la presidenta de la cámara es la violación de un país, es su Tejero con la pistola arriba, es la foto del año. Pandemia al margen, la noticia del 2021 se produjo la primera semana y en el lugar donde se jactaban de ser la democracia más antigua del mundo. Ayer los Estados Unidos salvaron un match ball de consecuencias imprevisibles. El Congreso, finalmente, pudo votar y Joe Biden será investido presidente el 20 de enero. Donald Trump, tarde, aseguró que habría una “transición ordenada”. A buenas horas. ¿Qué credibilidad tiene después de mantener, hasta última hora, que las elecciones fueron fraudulentas y que quería mucho a los insurrectos? Trump, que a falta de política lo ha basado todo en el patriotismo, el populismo y la chapucería, no solo se ha enrocado en la Casa Blanca sino que ha liderado el golpe de estado. Lo votaron 74 millones de personas, ayer lo siguieron, a ciegas, unos cuantos miles de fanáticos, pero los medios ya no lo apoyan. Ni los suyos. Y cuando más voz necesitaba en las redes, lo enmudecieron. El poder, sin comunicación, es menos poder. Ayer, además de Biden y la democracia, ganaron Twitter y Facebook. No basta, sin embargo, con que le hayan quitado el mando, silenciándolo durante doce horas. Quizás la justicia tendrá que jugar su papel. Quién sabe si, después de los hechos de Washington, a Trump se lo podrá juzgar por rebelión o por sedición.

La república bananera

Pocas horas después del asalto al Capitolio, el expresidente George W. Bush hizo un comunicado en el que decía que la insurrección en Washington era propia de "una república bananera”. Todos entendimos la expresión pero, de repente, tuvimos la necesidad de saber su etimología. ¿Qué es, exactamente, una república bananera? ¿De dónde sale este término despectivo que, de repente, se aplica también a los Estados Unidos? La primera vez que se emplea la expresión es en el cuento The Admiral de William Sydney Porter, escrito en 1904 bajo el pseudónimo O. Henry dentro del libro Cabbages & Kings (Coles y reyes). El escritor y humorista norteamericano, que había vivido en Honduras, ubicaba su narración en el país imaginario de Anchuria, “una pequeña república bananera de la costa”. Se refería a un lugar, como también podía ser Nicaragua o Guatemala, donde grandes empresas de los Estados Unidos, como United Food, habían hecho enormes plantaciones de plataneros en las postrimerías del siglo XIX. La mano de obra era muy barata, prácticamente esclavizada, el plátano no necesitaba muchas atenciones y era fácil de cosechar. El negocio era redondo. Las “repúblicas bananeras” eran, en origen, aquellos países tropicales, centroamericanos, monoproductores, que además solían tener gobiernos débiles y corruptos. En estas pseudodictaduras, o democracias de andar por casa, algunas empresas extranjeras potentes hacían y deshacían en las decisiones del país. El soborno de los políticos estaba a la orden del día. La expresión "república bananera”, poco a poco, se ha ido quitando de encima la piel de plátano a la vez que se ha extendido por el planeta. Se aplica, ya, a aquellos estados donde las corruptelas sistemáticas se han solapado con el mirar hacia otro lado. Al fin y al cabo, se debe de parecer mucho a una monarquía bananera, donde un rey nombrado por un dictador se puede enriquecer ilegalmente, escaparse del país, pasarle la corona a su hijo mientras, tanto el uno como el otro, flirtean con los militares golpistas.

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