LA BORSA O LA VIDA

Nos devolverán las noches / Navidad por Pascua

En nombre de la salud nos lo hemos tomado todo con una pasividad que casi asusta

Xavier Bosch
3 min

Nos devolverán las noches

Hoy es Navidad. Felicitémonos. Esto, de momento, después de mirárselo y remirárselo, todavía no lo han podido prohibir. Si hoy es Navidad quiere decir que ya hace dos meses que se instauró el toque de queda en Catalunya y, desde entonces, a las diez de la noche todos estamos en casa. Dos meses. Obedientes y resignados. Desde el 25 de octubre de un año para olvidar que recordaremos toda la vida. Y a una medida tan grave como esta, y tan bestia como es el toque de queda, de momento no se le ve el final. Al menos ninguna autoridad lo menciona. A veces da la impresión que se han olvidado y que nunca más nos devolverán las noches. Parece mentira como nos hemos bebido el estado de alarma y las medidas que derivan de esto. En nombre de la salud nos lo hemos tomado todo con una pasividad que casi asusta. Las libertades se van fundiendo a golpe de rueda de prensa, y nunca pasa nada. Quién osa levantar un dedo es tildado de insolidario o, peor todavía, de negacionista. Tan solo por opinar, no por rebelarse. Los gobiernos tienen bastante con publicar cuatro datos escalofriantes para encerrarnos durante un tercio del día y decirnos, incluso, qué tenemos que hacer en nuestras casas. Cuánta gente podemos invitar a comer. Y qué. Y cómo nos tenemos que sentar. De momento, los temas de la sobremesa todavía son libres. Charlar, de momento, tampoco lo han prohibido. Pero mejor hablar flojo o, directamente, callar. Como en el metro y al autobús. Te joden el móvil y la cartera pero tu, a callar. En los bares no se puede desayunar a partir de las nueve y media. Para comer, cuatro por mesa. Para cenar, nada. En Vallfogona del Ripollès, aunque tengas una casita, no puedes ir. Hemos dicho que sí a todo con una obediencia acrítica que tiene que salvar vidas porque, de lo contrario, la laminación de derechos hace estremecer. Algún día nos devolverán las noches, ¿pero y las libertades?

Navidad por Pascua

Miquel Sàmper, el autor de la frase “fue un error no alargar el confinamiento por el puente de la Puríssima” y de la no menos exitosa “si tuviésemos dinero, seguramente no habríamos reabierto la restauración”, ahora llega con “celebremos la Navidad en verano, de aquí tres o cuatro meses”. El conseller de Interior vuelve a poner tarde la sirena porque la Navidad ya es hoy. Sàmper puede estar satisfecho porque lo celebramos con escudella i carn d'olla pero con prudencia y con menos familiares que de costumbre. Este año, algunos más que otros, han suspendido Sant Esteve o, por primera vez en décadas, no tendrá que alargar la mesa, ni pedirles sillas a los vecinos. Muy mayoritariamente se impone el seny en todas las casas. Ventilaremos cada hora, llevaremos mascarilla para hablar con las tías y apenas seremos seis y pondremos el iPad sobre la mesa para ir charlando con la cuñada y la suegra, que estarán en otro piso. Ya hemos dicho las burbujas según la legalidad, pero la Navidad es hoy y se tiene que celebrar, porque la nutrición emocional también es importante en un año tan espantoso y porque ya tenemos experiencia en el aplazamiento de fechas señaladas. El Sant Jordi que no se hace el 23 de abril no tiene sentido hacerlo el 23 de julio. No es que sea raro, es que es otra cosa. Todavía tiene menos sentido, pues, celebrar la Navidad por Semana Santa. Especialmente porque celebrar el nacimiento de Jesús (que en el fondo se trataba de esto) durante los días que lo mataron en la cruz (perdón por el spoiler si alguien todavía no se había leído el bestseller) es un contrasentido cronológico y, quizás, una herejía. La sociedad ya es bastante madura y ya traemos demasiados meses conviviendo con la pandemia, el miedo, la muerte, el confinamiento y las restricciones para saber qué nos jugamos. No nos desbravéis más el cava, por favor. Y felices fiestas.

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