"¿Movilidad perniciosa? ¡Pero si los bares están cerrados y hay toque de queda!"

Barcelona despierta con las nuevas restricciones a los comercios y el cierre de la cultura y el deporte

Toni Vall
3 min
Una vigilant de seguretat avisa els compradors a l'entrada del centre comercial L'Illa.

BarcelonaEs sabido que la Diagonal gusta especialmente a los paseantes, a los paseantes de perros y a los runners. De los últimos cuento hasta trece en menos de medio minuto. Se nota que hoy los gimnasios no han abierto y que hay hambre de descargar energía entre los que no pueden prescindir de la dosis diaria de ejercicio. "¿Crees que los gimnasios son seguros?" "No tengo ni idea. Si los abren voy, si los cierran salgo a correr". A las diez de la mañana el tráfico en la acera montaña de la avenida es intenso. ¿Cómo debía de estar esto hace dos o tres horas? En la esquina con Muntaner, un vendedor de lotería: "La suerte en tus manos", "Lluvia de millones”. "De la vieja escuela, ¿eh?", "¡Siempre!" Parece un espécimen de los años ochenta, expansivo, hablador, alguien el trabajo del cual es inyectar optimismo a la gente. Un ser exótico. Una maravilla.

Esta semana se ha sabido que El Corte Inglés de Francesc Macià cerrará a mediados de enero. Hoy le toca reducir drásticamente el aforo. Solo tienen abierta la planta baja y el sótano. Se puede ir al supermercado y a comprar adornos de Navidad, cosmética, monederos, joyería, marroquinería, lencería y parafarmacia. Cecilia vive en la calle Buenos Aires y hace la compra en los grandes almacenes cada viernes por la mañana. Está de suerte, pues. No le han estropeado los planes. Peor suerte tiene Josep Maria. Necesitaba un juego de toallas para la segunda residencia: "Igualmente no dejan ir, pero mira, así tenía la mañana un poco entretenida". Se jubiló hace tres meses. La megafonía les hace una faena, destaca los ocho días de oro de la planta de moda joven. No se puede ir.

Es lo que les ha pasado a tres chicas que venían con ganas de gastar. El vigilante de la entrada, muy diligente, les señala la acera de enfrente. "La milla de la franquicia" está abierta: Oysho, Massimo Dutti, Alain Afflelou, Mango, Mango Kids, Zara, Women’s Secret, Boss, Hackett... Algunos locales, entremedias, están vacíos. Donde estaba la histórica librería Áncora y Delfín se puso un Le Pain Quotidien. Ya no está. En la entrada se cría polvo.

Josep Maria me ha dado una idea. Me acerco a la Plaça Sant Gregori Taumaturg, cuna de familias acomodadas y anoraks acolchados, para saber cómo se respira la prohibición de irse de fin de semana. "Teníamos una cena programada en Roses y la hemos tenido que anular", destaca Pedro. "A los niños les hacía mucha ilusión irse hoy. Para ellos es mucho mejor no estar en Barcelona los fines de semana. Es lo que peor nos sabe", argumenta Sandra. "Este gobierno no sabe nada, todo lo improvisa, y después todos lo pagamos”, es la conclusión de Alberto, que se ha llevado una bolsa de comida preparada de Semon.

Carteleras desiertas de nuevo

De vuelta a la Diagonal, un cartel colorista llama mucho la atención. Es el cartel de Las brujas, el que tenía que ser estreno destacado de la semana, y destinado a apaciguar un poco el desastre de la taquilla cinematográfica, torpedinada por todas partes, a reventar de malas noticias, puesto que han vuelto a cerrar los cines y los estrenos se han echado a perder. El resistente e irreducible Boliche tiene la persiana bajada, claro, y también han quitado los carteles de las películas en cartelera. ¡Qué desánimo! He quedado con Toni Espinosa, empresario granítico e imaginativo de los Cines Girona. Está resignado, pero el desánimo no podrá con él.

Todo el gremio sabía que esto podía volver a pasar, argumenta, y no se negará a cerrar su negocio si sirve para acabar con el virus. "Están queriendo salvar la campaña de Navidad del mismo modo que quisieron salvar la campaña de verano y los daños colaterales los pagamos otros". Está harto del maltrato al que el gobierno somete a la cultura: "Nos marean, toman decisiones en el último minuto, sin consultar nada. ¿No entienden que están dando alas a otra enfermedad, la ansiedad?" No entiende, bueno, no lo entiende nadie, por qué cierran la cultura si está demostradísimo que es segura. "¿La movilidad perniciosa? ¡Pero si los bares están cerrados y hay toque de queda!"

No querría olvidarme de la chica que he visto andando por la Diagonal. Tiene unos veinticinco años, pasea al perro y viste ropa y complementos de marca. Habla por teléfono: "Qué gusto salir a pasear, me apetece mucho ir ahora a Passeig de Gràcia y Rambla Catalunya. Qué mierda no poder pirar hoy, tía. ¿Sabes qué? El lunes viene uno a ver el piso. Ojalá se lo quede, tengo unas ganas de pirar de Barcelona". Se encuentra con una señora que debe de ser trabajadora del hogar y se le lleva el perro hacia casa. Ella continúa hablando por teléfono y empieza a pasear hacia paseo de Gràcia. Le apetece tanto.

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