Normalizando el racismo

Como ocurre siempre, el primer paso debe ser reconocer el problema y señalar responsabilidades

Susan Kalunge
2 min

Tras el ataque terrorista en la mezquita de Nueva Zelanda y los ataques en el centro de menores de Castelldefels y en Canet queda claro que el racismo existe y gana terreno. Los partidos políticos y grupos de extrema derecha están ganando representación parlamentaria y mediática en toda Europa. Es evidente, pues, que el racismo avanza si no se le combate. Y a la hora de implementar medidas valientes, las administraciones tienen un papel fundamental.

Sabemos que vivimos en un sistema racista y que las discriminaciones son consecuencia de una realidad estructural. Por eso el racismo no es sólo un comportamiento individual que pueda llevar a cabo una persona, sino que es consecuencia de toda una estructura que se establece sobre una concepción racista y colonial. El racismo pervive en todos los niveles: en las escuelas, en los lugares de trabajo, en nuestra vida personal y familiar, a las instituciones, los medios de comunicación, etcétera. Y, como ocurre siempre, el primer paso debe ser reconocer el problema y señalar responsabilidades. No vale esconder la cabeza bajo el ala, pero muchas veces las administraciones minimizan el problema, y eso, sin duda, no favorece la resolución del problema sino que lo perpetúa.

Confieso que desde hace un tiempo la normalización del racismo social es un fenómeno que me preocupa y me genera malestar. En las redes sociales vemos agresiones racistas en el tren, en el metro, en tiendas de ropa, y parece que son episodios normales, pero no deberían serlo. Y me pregunto qué hacen las administraciones para evitarlos.

El 21 de marzo fue el Día para la Eliminación de la Discriminación Racial y, en el marco de esta celebración, el sábado 23 se hizo una manifestación en Barcelona. Fue el momento de señalar a las administraciones que no están asumiendo su responsabilidad.

Las administraciones son responsables de desarrollar los mecanismos necesarios para poder denunciar y erradicar el racismo. Nunca pueden convertirse en las perpetuadoras de episodios de odio (recordemos que los cuerpos de policía y seguridad practican paradas por perfil étnico, en lo que es una práctica racista y contraria a los derechos humanos), ni los deberían permitir debido de una falta de vigilancia, ni deberían revictimitzar a las personas afectadas (como ocurre en el sistema judicial, que reproduce el racismo y no lo condena). Lo mismo ocurre con los medios de comunicación, que se convierten muchas veces en altavoces de mensajes de odio (recuerden los mensajes racistas de Vox emitidos por televisión sin pudor).

No podemos permitir que las instituciones rehuyan su responsabilidad. Debemos continuar exigiendo el fin del racismo institucional. Por eso no vale decir que el racismo institucional no existe, o dejar de hacer crítica interna, muy necesaria para entender que por culpa de una falta de compromiso político no se están haciendo bien las cosas.

No nos tenemos que acostumbrar al racismo institucional. No podemos aceptar que el sistema es así. Sólo espero que después del período electoral todas las promesas antirracistas que seguro se harán para ganar votos se materialicen y no queden en papel mojado.

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