VISCA EL SISTEMA

En la fiesta de Pedro Jota

Da igual si hay pandemia, si dan mal ejemplo o si se les ve el plumero

Sebastià Alzamora
2 min

Muy posiblemente Pedro J. Ramírez es el periodista que más ha condicionado la vida política española de los últimos treinta años, dato que hace que, en su caso, la coletilla “para bien o para mal” sea innecesaria. La inteligencia práctica del personaje, y su habilidad para rodearse de profesionales y colaboradores de buen nivel, no lo absuelven de practicar una idea del periodismo que consiste en ejercer el poder político sin ensuciarse haciendo política desde un partido. Su ambición tampoco consiste en ejercer cualquier poder, sino el máximo. Pedro Jota hace periodismo para gobernar, para poner los carriles por donde tienen que circular los actores políticos en España si quieren llegar a algún lugar. Igualmente esencial para Pedro Jota es la defensa de un statu quo, que es el que viene definido por el sistema político del 78. Y para cumplir este objetivo no ha dudado nunca en mentir, en intoxicar, en crear debates falsos y en inducir estados de opinión: Pedro Jota ya había inventado las fake news mucho antes de que Trump nos llevara a denominarlas de este modo. Alguien puede decir que, para hacer todo esto que digo, se tiene que saber hacerlo, se tiene que poder y, como en el poema de Gabriel Ferrater, se tiene que osar poder. Es posible, pero la vida pública de los países tiende a ser bastante más sana si no hay supuestas primeras espadas del periodismo que se dedican a denigrarlo con prácticas de cloaca, que para más inri acaban creando escuela. Quien quiera profundizar en el tema, puede leer El director, el libro del periodista David Jiménez, que dirigió el diario El Mundo después de que Pedro Jota fuera descabalgado. Y quien quiera tener un recuerdo definitorio, le basta con evocar los cuatro años (cuatro) que dedicó El Mundo, bajo la dirección de Pedro Jota, a alimentar la falsedad de la llamada “pista vasca” sobre la autoría de los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid.

Esta semana se han celebrado los cinco años de vida de El Español, nombre del diario digital fundado y dirigido por nuestro personaje. Los aniversarios El Español los celebra con la gala de entrega de unos premios llamados Los Leones, en referencia al animal que figura en el logotipo de la casa, una elección curiosa porque, con este nombre, lo más normal es que el diario se hubiera identificado con un toro de lidia. Pero, vaya, el león es el rey de la selva, que es lo que Pedro Jota está convencido de ser. Y está convencido de ello porque es un vanidoso, pero sobre todo porque sabe que los políticos de Madrid lo temen: no porque él sea un gran periodista, añadiríamos, sino porque los otros son políticos mediocres. Y esto, esta mediocridad temerosa, esta necesidad de halagar a uno que reconocen como poderoso, es lo que explica la asistencia de 150 “personalidades” (desde Pablo Casado hasta Salvador Illa, pasando por Inés Arrimadas y miembros del gobierno de España) a la fiesta de Pedro Jota. Da igual si hay pandemia, si dan mal ejemplo o si se les ve el plumero: la mediocridad es una inercia difícil de romper. Porque Luis del Olmo se retiró, que, si no, por Carnaval tocaba el botillo.

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