Cobardes contra los muertos (del franquismo)

La derecha española no aprende que, cuanto más los quieren acallar, más claro hablan los muertos

Sebastià Alzamora
2 min

La derecha española es de ideas y de odios fijos. Es, de hecho, una derecha ideológica construida sobre una emoción, que es la del odio, y por eso hablan tanto de este sentimiento. Su manera de entender la política, y la vida misma, puede ser caduca, pero sus odios no caducan nunca.

Hay uno en particular, entre estos odios, que es recalcitrante y siempre renovado, y es el que profesan por las víctimas del fascismo. A la derecha española no le inquieta tener un país sembrado con miles de cadáveres mal enterrados en las cunetas, o amontonados dentro pozos o fosas comunes (hasta el punto de que España es el segundo país del mundo, después de Camboya, con más víctimas de la represión por recuperar). No sólo no les inquieta sino que les parece bien que sea así, y cuando los descendientes de estas víctimas han decidido organizarse en asociaciones de memoria histórica para lograr la reparación de los nombres de sus familiares no han dudado en hacer burla y escarnio (el mismo Pablo Casado solía hacerlo, sobre todo cuando era presidente de Nuevas Generaciones del PP, o vicesecretario de comunicación del mismo partido), ni en hacerles la vida imposible siempre que han tenido ocasión.

Ahora lo han vuelto a hacer en Madrid, donde el actual ayuntamiento neofascista formado por PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox ha hecho retirar del cementerio de La Almudena un memorial dedicado a las víctimas del fascismo. El memorial tenía que albergar varias placas. En una tenían que ir grabados unos versos del poeta Miguel Hernández, y en otra unas palabras de Julia Conesa, una de las Trece Rosas, que es como son conocidas las trece jóvenes (muchas de ellas militantes socialistas) que fueron asesinadas por la dictadura franquista pocos meses después de haber terminado la Guerra Civil. Miguel Hernández murió en 1942 de una tuberculosis que contrajo como consecuencia de las condiciones insalubres que padeció en la cárcel: en un "acto de generosidad del Caudillo", como subrayaron las autoridades del momento, se le conmutó la pena de muerte por treinta años de presidio, a los que de todos modos tampoco sobrevivió.

Ha sido noticia la retirada de las placas dedicadas al poeta y a la joven de izquierdas fusilada, pero quizás la principal muestra de crueldad del ayuntamiento del alcalde Almeida es la que hace referencia a las placas de granito que llevaban grabados los nombres de 2.937 víctimas del franquismo. Como tampoco serán colocadas, la asociación Memoria y Libertad ha pedido que el ayuntamiento les haga una donación, ya que están escritos los nombres de sus familiares. El segundo teniente de alcalde, el pepero Borja Fanjul, les ha respondido que no, porque estas placas "son propiedad del Ayuntamiento".

El odio hecho política es exactamente eso. Y es hereditario: los fascistas se lo transmiten entre ellos, a través de las generaciones. No aprenden que cuanto más los quieren acallar, más claro y más fuerte hablan los muertos. Y con los versos de Miguel Hernández se ríen para siempre de ellos y de su cobardía.

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