La muerte del toro

Ha muerto un torero. No hace gracia. Pero puede no dar pena. De hecho, morir mientras ejerces la pasión de tu vida es una suerte. De entre todas las muertes posibles, ésta parece feliz

Natza Farré
3 min
La mort del toro

No entiendo y no quiero entender. Esto de los toros se me ha escapado toda la vida. Afortunadamente. Un delirio de muerte y de machismo. De vestidos imposibles, coletas ridículas y orejas cortadas. Una cultura primitiva de hombres heterosexuales por encima de todo, disfrazados de bandera. No se entiende. Pero se puede estar en contra.

La cosa esta de los toreros representa una tradición sanguinaria que reúne tantos anacronismos que se debe luchar contra ella por fuerza. Los toros son la España de la mantilla, la de la peineta, la de las mujeres calladas rezando un padrenuestro y la de los hombres excitados con un "Olé" que pueden escribir con el humo de los puros. Son el símbolo de unas ideas en cabezas de reyes y de ministros que sirven a una patria retrógrada. Pero, ay cada vez que un torero muere en la arena. Ay, que aquí la pena es profunda. La pena de las voces lastimeras que lamentan una cornada como si la arena no fuera el reino del cielo. Ay, cuando muere un torero y la libertad de expresión sólo siente la muerte del toro. Personas que hacen mofa de la muerte de una persona joven. Lo dice el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Estas personas "no merecen ser de nuestra sociedad". "Los intolerantes no forman parte de esta sociedad", añade. Ha muerto un torero. No hace gracia. Pero puede no dar pena. De hecho, morir mientras ejerces la pasión de tu vida es una suerte. De entre todas las muertes posibles, ésta parece feliz.

No me gustan los toreros. Ni las toreras. No entiendo como se puede amar un animal y luego hacerlo sangrar de aquella manera. Hay que tener cerebro de legionario. No necesito hacer mofa de ninguna muerte para pensar en las palabras del ministro y sentirme aludida. Me apunto a no formar parte de esta sociedad esperpéntica que defiende una masculinidad basada en el valor de hacer daño encarnizadamente a un animal con una excusa cultural que representa valores nefastos. El valor no es plantarse delante de un toro con una espada. El hombre no debe ser el ser que someta sistemáticamente a las bestias, a las mujeres, al mundo para su propio placer. El hombre no es necesario que se golpee el pecho para indicarnos su coraje. Podemos no entender al escalador o a la escaladora que se aferra a montañas imposibles, o a quien vuela jugándose la vida por un cielo que está hecho para los pájaros. Pero este es un sueño humano. Matar toros es una pesadilla. No distrae. No impresiona. Es una lucha desigual. El toro no mata. El toro no se resigna y tiene cuernos. Todo es muy simple, en realidad. Que dejen a los toros en paz. La poética de la violencia es uno de los grandes engaños de los jefes que piensan en imperios. El torero Enrique Ponce dijo: "Si el toro sufre, se iría". ¿Quién quiere formar parte de una sociedad con esta lógica aplastante?

También Enrique Ponce considera que "una plaza de toros, sin la presencia de las mujeres, no sería lo mismo, porque ellas son la fuente principal de inspiración en el toreo". ¡Que pequeñas que se quedan a veces las letras del reggaeton! Y las mujeres que forman parte de esta sociedad exclusiva van a ver los toros y los toreros. Toreros, como el Cid, que dicen: "Los toros nerviosos son como las mujeres, la que se deja se deja, y la que no se deja creo que comete un error". Río por no coger una banderilla. Aunque no me veo capaz de pinchar a nadie si no es con palabras. A mí la muerte no me hace gracia. Lo que me hace gracia es que se hable de intolerancia cada vez que se muere un torero. No es la persona. Es la insolencia. La vida, ya lo sé, está hecha para todo tipo de desavenencias.

Las personas que se ofenden en dirección contraria aplauden a los ministros que trabajan para mantener unas tradiciones que se jactan de su coraje y perpetúan unas costumbres indignas. Yo procuro, para mi salud mental, no alegrarme de la muerte de nadie. A veces no es fácil, qué quieres. Pero prefiero alegrarme de los pasos que conducen a la extinción de estos escenarios que sólo complacen a los que detienen el tiempo para hacernos el camino aún más difícil. Mira, tú, cada uno es como es.

stats