TELETOGA

No hay transparencia televisiva: es censura

La retransmisión no ofrece ninguna garantía sobre la calidad democrática del juicio

Mònica Planas
2 min

Sigue el juicio al Procés en directo

La emisión del juicio del Procés comenzaba con retraso a las 10.22h de la mañana. En los dos primeros minutos de emisión comprobamos que la realización cuenta con cuatro cámaras. Cada una muestra los puntos de vista más básicos: uno frontal que recoge a los magistrados y permite ver de espaldas a los encausados, uno que se centra en los abogados de la defensa, otro que incluye a todas las acusaciones y el más deseado por el audiencia, un plano general que permite ver los bancos con el conjunto de los presos políticos y acusados.

La primera imagen fue un plano general del estrado de los magistrados con el presidente del tribunal, Manuel Marchena, que ya había iniciado la sesión. A los presos políticos los observábamos de espalda y aumentaba el suspenso de la audiencia para verles de cara. El arranque no es inocente. El hecho de que la transmisión no muestre ni la llegada ni la salida de todo el personal en la sala, ni que tampoco enseñe a los encausados entrando y sentándose en los bancos correspondientes, implica la desnaturalización de la escena. Más que asepsia informativa es una alegoría de la deshumanización del espacio y del proceso judicial en sí mismo. Eliminar las transiciones, las interacciones entre ellos y los saludos a las familias conlleva una descontextualización de los acusados y sus circunstancias.

Ocultar la realidad

Lo más relevante de la transmisión del juicio es que definitivamente permite desmontar la tesis de que la emisión en directo garantiza la transparencia del sistema judicial español. A partir del momento en que Andreu Van den Eynde comenzó con sus cuestiones previas, el realizador dejó de hacer su trabajo. El Supremo aseguró que haría una realización institucional, pero intentando crear esta supuesta neutralidad informativa lo que han acabado haciendo es un retrato sesgado de lo que pasaba en la sala. La realización se limita a mostrar un plano medio de la persona que habla. Si ese abogado habla durante cuarenta minutos, la realización no muestra nada más. No vemos las reacciones del resto de personas de la sala. Mostrar sólo a quien habla y no incluir a quien escucha es ocultar la realidad y, por tanto, la retransmisión no ofrece ninguna garantía sobre la calidad democrática del juicio. Por ejemplo: si mientras uno de los abogados de la defensa habla, y lo vemos en plano medio fijo, uno de los magistrados se ausentara de la sala o se durmiera, o un fiscal perdiera el tiempo jugando a Candy Crush o un abogado de Vox le faltara al respeto con gestos o mostrara desprecio por los encausados, no lo podríamos ver.

Las garantías de un juicio no sólo radican en quien tiene la palabra, sino también en quien escucha, en el comportamiento de las personas que intervienen y, por supuesto, también son importantes las reacciones que tienen los presos políticos a todo lo que se dice durante su juicio. Lo que han hecho es una realización televisiva absurda porque no tiene en cuenta la imagen sino el sonido. Transparencia es mostrar, no ocultar. Han confundido la realización institucional con la censura, que, bien pensado, no supone ninguna novedad en el sistema judicial que hemos visto hasta ahora.

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