CRÍTICA DE TV

Los delirios de Pablo Motos

Con el primer 'Nessun dorma' que salió de la boca del presentador ya notamos que sufriríamos

Mònica Planas Callol
2 min
Captura del moment en què Pablo Motos entonava el 'Nessun dorma'

El pasado viernes Antena 3 estrenó un nuevo formato basado en la competición entre famosos. El desafío está inspirado en una de las secciones de El hormiguero, donde la colaboradora Pilar Rubio lleva a cabo unos retos que exigen mucha pericia. El nuevo programa es una versión concentrada de retos consecutivos ejecutados por famosos como David Bustamante, Gemma Mengual, Jorge Sanz, Ágatha Ruiz de la Prada o Kira Miró. Durante ocho semanas todos competirán entre ellos hasta erigir un campeón absoluto. Servir una copa de vino con una excavadora, hacer diana practicando el tiro con arco, memorizar las capitales del mundo o superar una prueba de apnea fueron algunos de los primeros desafíos. El programa no consiguió impactar por la dificultad de los retos ni espeluznó a los espectadores por su riesgo.

El plato fuerte del programa, sin embargo, fue mucho más cómico. El productor del formato es Pablo Motos, y como no podía ser de otro modo tuvo su gran homenaje en el estreno televisivo. El presentador reveló que el programa nació cuando tuvo la idea loca de cantar el Nessun dorma, la famosa aria del Turandot de Puccini. Y había llegado el momento de enseñárnoslo al resto de la humanidad, que no deseábamos otra cosa que verlo cantar a él. Motos aseguró que se había pasado diez días preparándose con el asesoramiento de Ainhoa Arteta. Vestido con un esmoquin y acompañado de una orquesta, sonaron las primeras notas. Y con el primer "Nessun dorrma" que salió de la boca de Pablo Motos ya notamos que sufriríamos. Al aria le habían eliminado un par de estrofas para que el presentador no muriera ahogado en el intento. La afinación era más bien dudosa y su rostro congestionado era más terrorífico que emocionante. Más que cantar, gritaba. Y más que un tenor, parecía un hooligan con pajarita. Y cuando llegaron los "¡Vincerò!" del final, como espectador experimentabas vergüenza ajena. Eso sí, el realizador mostraba las caras de fascinación forzada de los pobres concursantes, que vete a saber qué les pasaba por la cabeza teniendo que vivir ese momento ante las cámaras. El éxtasis teatral de Roberto Leal, el presentador, daba risa, y unos fuegos artificiales estallaron detrás del cantante medio ahogado. La orquesta culminó la pieza con una épica digna de las grandes veladas musicales, y el público se levantó para aplaudir.

El espectáculo fue ridículo pero el programa lo envolvió de una efusión y una grandilocuencia que parecía que Pavarotti hubiera resucitado y hubiera reaparecido como un milagro en medio del plató.

El desafío pareció un programa hecho a medida para dar cabida al ego de Pablo Motos y su vanidad televisiva. Un estreno preparado para ostentar sus delirios musicales. Porque nadie se expone a ese circo si no está convencido del entusiasmo que cree que provocará en los otros. Es digno de estudio cómo la fama y el éxito arrastran a algunos personajes a perder la percepción de ellos mismos y acaban confundiendo la dedicación profesional con la exhibición personal.

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