El regreso de las calamidades

En el caso del coronavirus, el vínculo con el consumo de animales salvajes está constatado

Mónica G. Prieto
3 min
Un home kenià treballant al camp sota un cel ple de llagostes.

Inundaciones, calimas, heladas, ciclones y huracanes, sequías, granizos y tormentas, todas ellas de gran intensidad y en una época inusitada del año. Las calamidades climáticas se han impuesto como una nueva norma, una suerte de rebelión de la naturaleza ante los destrozos provocados en el Planeta, pero no se queda en simples fenómenos meteorológicos: las consecuencias van más allá.

Olvídense del faraón y de Moisés, del Libro del Éxodo y de egipcios y judíos, pero ¿recuerdan las famosas diez plagas de la Biblia, que según la ciencia tienen una explicación racional? Las plagas regresan al planeta, justa venganza de un ecosistema arruinado por la desmedida ambición de los seres humanos, incapaces de preservar la naturaleza, aunque sea pensando egoístamente en la supervivencia de sus herederos.

La noticia de la plaga de langostas que está devorando los cultivos en Asia y en la parte oriental y el cuerno de Africa, afectando a Irán, Pakistán, India, varios países del Golfo Pérsico, Etiopía, Kenia, Somalia, Sudán del Sur, Eritrea, Yibuti y Uganda recuerda al tremendismo del Antiguo Testamento. En Africa, se trata de una densa masa de 2.400 kilómetros cuadrados que devora cultivos y recursos allá por donde pasa, poniendo en riesgo de inseguridad alimentaria y desnutrición a 3,24 millones de personas que se suman a los 10 existentes, y que amenaza con propagarse, según Acción contra el Hambre, con “enjambres que podrían ser 20 veces más grandes” de los actuales.

La magnitud de la plaga no ha tenido precedentes en los últimos 70 años, y según el secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios de la ONU, Mark Lowcock, puede devorar en un sólo día alimentos suficientes para alimentar a 84 millones de personas al día. Según algunas ONG, la infestación -en constante aumento, dado que la época de lluvias multiplica el alimento y facilita su reproducción- podría afectar hasta a 32 millones de personas. La cifra total de insectos podría haberse multiplicado por 400 de aquí a junio.

Los expertos no conciben una plaga de semejante magnitud sin el cambio climático: aseguran que que un período prolongado de clima excepcionalmente húmedo, explicado por los ciclones que azotaron África oriental y la Península Arábiga en los últimos 18 meses, son los principales culpables. Algunos consideran que puede ser un presagio de lo que vendrá, “ya que el aumento de las temperaturas de la superficie del mar sobrealimenta las tormentas y el cambio climático inclina la balanza a favor de patrones de circulación como el que preparó el escenario para los desastres transoceánicos de este año”, como explicaba National Geographic en un reciente artículo. "Si continúa este aumento en la frecuencia de los ciclones, podemos suponer que habrá más brotes de langostas en el Cuerno de África", estima Keith Cressman, responsable del departamento de Alimentación de la ONU.

Las langostas podrían no ser la única plaga que nos acecha. Los expertos ya han relacionado el calentamiento global con la expansión de diversas enfermedades, como confirmaba la revista médica The Lancet, según la cual “la vida de cada niño que nazca hoy en día quedará profundamente afectada por el cambio climático, y las poblaciones de todo el mundo se enfrentarán cada vez más a condiciones climáticas extremas, inseguridad alimentaria y de agua, patrones cambiantes de enfermedades infecciosas y un futuro menos seguro”. Si el calentamiento global supera, como se estima, los cuatro grados centígrados en 2100, las consecuencias en forma de olas de calor, aumento del nivel del mar, malnutrición y profileración de enfermedades serán espeluznantes. En 2019, los expertos estimaban que ese mismo aumento de temperaturas podría resucitar el fantasma de la peste bubónica en todo el mundo, que se sumaría a otras enfermedades erradicadas años atrás y que han regresado gracias al negacionismo sanitario de los antivacunas. Un año antes, el profesor de la Universidad de Oxford Peter Frankopan predecía que el derretimiento del permafrost liberará agentes biológicos que han permanecido enterrados en el hielo durante miles de años, con consecuencias imprevisibles. Eso, por no mencionar los agentes tóxicos en la atmósfera. En el caso del coronavirus, el vínculo con el consumo de animales salvajes está constatado: el inagotable apetito omnívoro de los humanos no deja ninguna especie a salvo.

Hace 2000 años, la única interpretación que cabía esperar era una venganza divina. Hoy, sólo se explica como una venganza del planeta contra el crecimiento insostenible de las sociedades occidentales, a costa del ecosistema.

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