Supervivientes

A caballo de la realidad y ficción, los 'reality' ayudan a la gente a tragarse la injusticia

Lourdes Parramon
4 min

La realidad supera la ficción más aterradora. Los creadores de 'The handmaid's tale' (adaptación para la HBO de 'El cuento de la criada') salieron al paso de las acusaciones de violencia desmedida aduciendo que las atrocidades que aparecen están sucediendo, ahora mismo, en algún lugar del mundo. La acción transcurre a Gilead, territorio de los actuales Estados Unidos, donde se ha impuesto una corriente extrema de la ultraderecha religiosa. Contra las mujeres -esclavizadas para la procreación, la satisfacción sexual o el servicio doméstico- se emplea una violencia extrema (lapidaciones, amputaciones, torturas, ejecuciones sumarias), en un contexto de privación absoluta de derechos y libertades. Margaret Atwood, autora del relato original, argumenta que la distopía (realidad ficticia en que las tendencias sociales se llevan a extremos apocalípticos) se limita a mostrar las conclusiones lógicas a las que llevan ciertos pronunciamientos.

ACNUR demuestra, con datos, como la historia funciona como una lupa: cada 3 segundos una niña es obligada a casarse; una de cada 3 mujeres ha sufrido violencia física o sexual; en países como el Congo, las violaciones como arma de guerra son tan generalizadas que, en promedio, una mujer será violada más de una vez en la vida; 3 millones de niñas son víctimas de ablación cada año; el porcentaje de niñas objeto de tráfico sexual se duplicó en una década; en 2012, la mitad de asesinatos de mujeres fueron a manos de la pareja o un familiar (los de hombres, un 5%); las mujeres de entre 15 y 44 años tienen más riesgo de sufrir violencia machista que cáncer o un accidente de tráfico. Pesadillas no futuribles.

A medida que avanza la serie, los guionistas exploran la viabilidad de la fuga a Canadá, reducto civilizado en medio de la locura totalitaria, y la trama se convierte en un espejo macabro. En las condiciones de la acogida el contraste con la realidad es chocante. Escenas como la de una mujer con un bebé que consigue escaparse -recibida con aplausos, calor humano y atenciones de todo tipo- dan vergüenza, nada ajena. El proceso de reparación para revertir el trauma debería abarcar: la restitución (restablecimiento de derechos); la compensación de los daños y perjuicios; la rehabilitación (asistencia médica y psicosocial); y la garantía de no repetición. Por el contrario, el derecho de asilo o la ayuda humanitaria se han vuelto una utopía, por acción u omisión.

La mayor parte de las migraciones no son hoy una elección voluntaria, sino fruto de la necesidad de sobrevivir. Casi la mitad son mujeres, con plus de coraje, ya que son las más afectadas por una inmovilidad involuntaria debido a estructuras patriarcales que limitan sus posibilidades de desplazarse. Según datos de MSF para el África subsahariana, la mayoría huye de conflictos armados, persecución política y otros tipos de opresión; un 30%, por razones económicas. El género cuenta, ya que hay una feminización de la pobreza y de los estragos de la corrupción. Este último factor es determinante, porque empuja al tráfico (favorece instituciones poco democráticas, con sistemas de protección social débiles y desigualdad de oportunidades) y complica el trayecto. Aumenta los costes de la migración y perjudica especialmente a las mujeres, más vulnerables y con otras categorías de desventaja, como el embarazo o el hecho de viajar con niños. La 'sextorsión' es una práctica siniestra que se ejerce sobre ellas específicamente. No es ninguna postura erótica retorcida sino corrupción no económica, abuso de poder injertado de violencia sexual.

La exigencia de sexo a cambio de bienes básicos es crónica en el origen y sistemática en las fronteras, por parte de guardianes, guías u otros migrantes; un abismo de paso obligado, debido a la negativa de los estados a crear rutas seguras. Es desalentador que persista en el destino, para acceder a determinados servicios. La violencia física es una forma extrema de cosificación del sujeto. La violación, la forma más cruenta, es a la vez una forma de denigrar y aterrorizar a las propias mujeres y los hombres que las acompañan, especialmente en culturas que la viven como una afrenta al honor de la comunidad. Las agresiones y extorsiones terminan aceptando como parte inevitable del itinerario por la "desesperanza aprendida", un estado de resignación nacido del agotamiento y el desencanto. Cuanto mayores son las dificultades para migrar, mayor el riesgo de sufrir penurias. La lógica que deshumaniza a los inmigrantes y les niega la calidad de individuos únicos considerándolos entes impersonales -fuerza de trabajo en el mercado global, en el mejor de los casos- hace de los autóctonos consumidores o clientes antes que seres humanos y ciudadanos con plenitud de derechos.

Y a caballo de la realidad y ficción, los 'reality' modulan la conciencia colectiva. Subproductos como 'Supervivientes', una pantomima de lucha por la subsistencia y porno emocional, ayudan a la gente a tragarse la injusticia. Cuando ser nominado es el peor drama, el 'dolorómetro' personal deja de registrar situaciones álgidas. Telecinco nos muestra las privaciones como una aventura, no como una imposición macabra. Bajo el entretenimiento intrascendente hay un adoctrinamiento subliminal en contrademocracia. En el diseño de pruebas, premios y castigos, se glorifica la fuerza física por encima de otras formas de resistencia e ingenio; se fomenta el individualismo y la insolidaridad; se alaba el heroísmo de delincuentes (la Pantoja) y falsos líderes, sin más mérito que unos bíceps prominentes o una lengua afilada; se acepta la arbitrariedad y la vigilancia invasiva; y se infiltran patrones de género trasnochados. Un artefacto no inocuo. Stuart Mill concluía, en el dilema entre estupidez y reflexión o entre buenismo y cinismo, que "es mejor ser una criatura humana insatisfecha que un cerdo satisfecho; es mejor ser Sócrates insatisfecho que un tonto satisfecho". Este liberal feminista (no feminista liberal) renunció a los privilegios del matrimonio victoriano para construir una unión entre iguales con Harriet Taylor. En coherencia, fue el primer parlamentario a defender el sufragio femenino y la abolición de la esclavitud. Y acuñó, mira por donde, el término 'distopía'.

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