TEATRO

Muere a los 90 años Montserrat Carulla, decana de las actrices catalanas

Con una larga trayectoria teatral y televisiva, era una de las caras más populares de la escena

Laura Serra
3 min
L'actriu Montserrat Carulla, en una imatge d'arxiu

BarcelonaLa escena catalana ha perdido a Montserrat Carulla (Barcelona, 1930). Hemos perdido a la 'gran dama del teatro catalán', aunque a ella le molestaba este título que le habían otorgado la crítica, la profesión y los espectadores. Era una gran actriz, con una trayectoria de 50 años en escena, aunque debutó muy tarde, en la treintena, después de atreverse a deshacerse de un matrimonio que no la hacía feliz. Era la abuela oficial de Catalunya, gracias a las series de TV3, de las que fue asidua y desde las que conquistó la popularidad de la que gozaba, desde esa Remei de La Granja, pasando por los personajes de Secrets de família, Laberint d'ombres, El cor de la ciutat y hasta La Riera. Y Carulla también era la matriarca de un clan familiar dedicado a las artes escénicas, con su hija, la actriz Vicky Peña, al frente, y el dramaturgo Roger Peña, que le sirvió en 2013 el papel con el que se jubilaría, Iaia!

Se había prometido que nunca bajaría de los escenarios, ese juramento que hacen todas las grandes actrices, incapaces de verse lejos de los focos, pero amaba demasiado la profesión como para fallarle. Tenía 84 años. Vivió una época en la que se cultivaban las grandes personalidades, y los grandes egos, en el que los actores lucían un estilo propio. Ella intentaba desaparecer para dar paso a sus personajes. Carulla era un animal escénico pero también era una mujer terrenal, a quien se le quemaba el sofrito. Por eso era tan querida por sus compañeros de profesión: no había divismo en su gesto, sino entrega.

Es probable que su biografía y la entrada tardía en el mundo actoral tuvieran mucho que ver en ello. Montserrat Carulla vivió muchas aventuras a través de sus personajes, pero en lo personal, tuvo dos vidas, con una rotura clave: cuando se separa de su primer marido y, sobre todo, se reencuentra con el teatro, que había abandonado de joven en tercer curso del Institut del Teatre después de que encarecieran la matrícula. Volver al escenario "fue como abrir una ventana, hizo entrar aire fresco en mi vida", recordaba.

Como tantas mujeres de su generación, había tenido una infancia complicada. Tenía 9 años cuando terminó la guerra y sufrió hambre de verdad. Lo contaba en sus memorias: no comió carne hasta que se casó. Formó una familia y olvidó su vocación actoral hasta que tuvo treinta años, en los 60. Desde entonces, sin embargo, no paró de trabajar.

El cine se le resistió la mayor parte de su carrera, "los mejores años de mi vida", recordaba, y solo tuvo pequeñas apariciones en filmes como El orfanato. Ella aseguraba que fue un castigo: "Un empresario cinematográfico que era un cretino me puso una nota en el sindicato vertical para que no pudiera trabajar más en el cine", decía, y consideraba a Pilar Miró su rescatadora con Tu nombre envenena mis sueños, de 1996. Sus dos primeras películas habían sido míticas: Surcos (1951), la gran película neorrealista española, y Vida de familia (1963), de Josep Lluís Font, otro filme de culto. Después, nada de nada hasta Cambio de sexo, de Vicente Aranda (1977), donde es la madre de la Victoria Abril.

Con la declaración "Soy Montserrat Carulla, actriz, catalana e independentista", que proclamó al recibir el Premi Gaudí d'Honor en 2013, se ganó galones en la reivindicación nacional. Estaba convencida de que vería la independencia de Catalunya. "Soy una catalana esperanzada", decía. Esta será una de las pocas metas que no habrá conseguido, aunque, como todo aquello en lo que creía, también trabajó duro para lograrlo.

Era una mujer sabia, generosa, comprensiva y agradecida, que había hecho las paces con ella misma y con su suerte: "La vida me ha dado más de lo que yo le he dado a ella".

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