APUNTES AL NATURAL

La apropiación narcisista del independentismo

Hay mucho por construir todavía en Catalunya y sería bueno aprender de las oportunidades perdidas

Josep Ramoneda
3 min
Pau Barrena, AFP

1. Buenos y malos. En el corte que TV3 emitió de las palabras de agradecimiento por haber sido escogida candidata a la presidencia de la Generalitat por Junts per Catalunya, Laura Borràs dijo, en poco más de treinta segundos, siete veces las palabras independencia o independentismo. Puedo imaginar el placer narcisista de ponerse como modelo de referencia para dividir el mundo de los creyentes entre los auténticos y los traidores. Y sé perfectamente que el recurso al juego de los buenos y los malos es, en política, la vía más elemental para disimular las propias debilidades. Pero tan aparatosa simplificación ahora mismo solo puede conducir a estrellarse otra vez contra la pared o, simplemente, a condenar a los viajeros a la frustración.

Hay mucho por construir todavía en Catalunya y sería bueno aprender de las oportunidades perdidas, de las renuncias innecesarias. Quizás si en algunos momentos estratégicos los poderes económicos y sociales hubieran tenido algo más de ambición y hubieran ido a disputar cuotas de poder a Madrid, las cosas podrían haber ido de otro modo. A mí me sorprende ver que Catalunya tenía más poder económico en España durante el tardofranquismo que ahora. Y si se quiere avanzar es hora de dejar de consolarse echando las culpas a los otros, de asumir las propias negligencias y de aprovechar oportunidades cuando las hay.

2. Prosaico. Y, aun así, seguro que todo ello es bastante más prosaico. ¿Cuál es el problema que lleva a JxCat a poner en marcha una campaña para hacernos creer que ellos son los únicos garantes de la autenticidad del compromiso, es decir, los que dan el carné de buenos y malos independentistas, con el punto de mira evidentemente puesto en sus compañeros de gobierno? Seguramente es muy simple. Junts per Catalunya necesita conservar la presidencia de la Generalitat por encima de todas las cosas. Saben que su edificio se tambalea. Y que con Esquerra en la presidencia la estabilidad de la organización sería difícil de mantener.

Naturalmente, para ganar votos tienen que mirar al espacio de frontera con el socio, que desde el momento en el que se va a la caza de su votante se convierte en adversario. Esquerra lleva la independencia inscrita en su historia pero, en su talante de larga marcha, ha bajado el tono para atraer a gente que ha asumido que no es la hora de la prisa y que teme las consecuencias de un nuevo batacazo. Conclusión: hay que señalar a Esquerra como dudosa en cuanto a lealtad y pureza independentista. Y tanto es así que Borràs ha planteado dudas sobre la idoneidad de Esquerra para formar parte de un futuro gobierno independentista. A JxCat ha llegado gente de diferentes procedencias (y, por lo tanto, sensibilidades e intereses también muy diversos) pero su base social sigue siendo, en buena parte, la del pujolismo, amplias clases medias acomodadas en las cuales el patriotismo hace pareja con la moderación. ¿Hasta cuándo se las puede tener encaprichadas con una promesa que no avanza?

Hasta ahora ha sido Puigdemont quien ha sacado las castañas del fuego a Junts per Catalunya. La estrella de su liderazgo los rescató en las elecciones anteriores. Pero la distancia cuenta y es legítimo preguntarse si su fuerza sigue intacta. Una dependencia que tiene mucho que ver con la dificultad de hacer una renovación efectiva. En estos tiempos manchados por la pandemia, los ánimos no están para tirar cohetes, ni por peleas bizantinas. Una campaña destinada a desacreditar al socio en nombre de la gran promesa tiene muchos números para la frustración.

El historiador Manuel Llanas, en Vides catalanes que han fet història, revela una carta de Gaziel a Jordi Rubió (1957) en la cual, decepcionado con España, dice que Catalunya tiene que emanciparse como Portugal. Y lo remata así: “Como en el separatismo no creo prácticamente, por imposible, no me queda más refugio que el separatismo platónico y mental: la extraña y absurda posición en la que yo me encuentro”. Cuando el independentismo –incapaz de construir una política efectiva– quiere dar el salto al vacío en nombre de un objetivo ahora mismo inalcanzable, lo más probable es que crezca la melancolía que confesaba Gaziel.

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