APUNTES AL NATURAL

Infodemia y futuro

Ahora estamos entre dos momentos emocionales: la promesa de la vacuna y el síndrome de Navidad

Josep Ramoneda
3 min
Una dona passa per davant el mural d'una mà a la ciutat de Nova York

1. Un panorama complicado. ¿Hay remedio para la infodemia? Jordi Camí la describe así: “Una sobreabundancia de información que hace que para las personas sea difícil encontrar recursos fidedignos y una guía de confianza cuando la necesitan”. ¿Quién y cómo hace la mediación? ¿Cómo se organiza la elección? La confusión crece en un momento en el que la acción pública gira alrededor de una crisis sanitaria. Es decir, uno de esos periodos en los que la natural vulnerabilidad de nuestra condición se hace patente, con poco margen para engañarnos con fantasías para hacerla más soportable. Al mismo tiempo, la verticalidad multiplica la desconfianza. Las decisiones se toman de arriba abajo, con la ciencia como coartada de los gobernantes para justificar sus brotes autoritarios. Y la ciudadanía se encuentra con la voz limitada: con el miedo y la culpa en un lado y el grupo de los complotistas en el otro.

Eva Illouz dice que tendríamos que instaurar la agnotología “como el estudio de la ignorancia como hecho social”. El complotismo forma parte de ello, pero hay que tener en cuenta un detalle no menor: “Si la ignorancia se define por una ausencia de saber, el complotismo, al contrario, se presenta como un saber privilegiado, una quimera coherente y argumentada”. Y tiene especial eficacia cuando la información masiva está tomando forma de pandemia. Y cuando los responsables de tomar las decisiones a menudo hacen de la explotación de la ignorancia su fuerza.

Ahora estamos entre dos momentos emocionales: la promesa de la vacuna como anuncio del momento de liberarnos de los vínculos que nos atrapan, que tiene que lidiar con el miedo a sus efectos no deseados, alimentada por la cultura del complot; y lo que podríamos llamar el síndrome de Navidad, las dudas de los responsables políticos entre una tregua para dar cancha a una ciudadanía que va pasando del miedo a la angustia y una presumible escalada en el endurecimiento de las medidas de control de la pandemia ante el miedo de los gobiernos a un nuevo desbordamiento. Es tan grande la sensación de improvisación que recuerda a los toques de queda en cadena que se declararon cuando Macron, por sorpresa, tomó esta iniciativa. La decisión de Merkel de aplicar en Alemania el confinamiento duro puede producir el mismo efecto cascada, como ya se está viendo.

2. El reencuentro. La excepcionalidad de la situación no nos tiene que hacer perder de vista lo que tiene de indiciario de cara al futuro próximo. La pandemia se irá; la infodemia continuará. Está en la lógica de la cultura digital. Cuando las vacunas empiezan a salir del congelador para entrar en nuestras cuerpos, nosotros tenemos que preparar la salida de las sociedades congeladas en las que llevamos ya cerca de un año. Desconfinar el futuro pasa por que la ciudadanía se reencuentre más allá de los espacios privados, porque, como dice Alice Lenay, “la ausencia del rostro es una ausencia de reciprocidad”.

La democracia, cuando está viva, es un sistema en mutación constante y ahora parece amenazada por las pulsiones regresivas de aquellos que quieren reducir al máximo el espacio de lo posible aprovechando la complicidad de los ciudadanos asustados. Las oposiciones simples –ciudadanos responsables, personas irresponsables- son tentadoras para el poder. Pero la salida del callejón sin salida no se puede dejar solo en manos de los que mandan: depende de todos. Y que el debate franco y constructivo, y no solo la confrontación, vuelva a escena. Por un lado, hemos confirmado la esencia de nuestra condición: la vulnerabilidad; por el otro, hemos constatado que, con todas las diferencias y los enormes abismos culturales, sociales, morales, políticos que nos separan, somos una sola humanidad, pero que, como dice Edgar Morin, “no nos hemos constituido como tal”, más bien al contrario: “La unificación tecnicoeconómica del mundo que trajo el capitalismo agresivo de los años noventa ha generado una enorme paradoja: esta interdependencia entre los países, en lugar de favorecer un real progreso en la conciencia y en la comprensión de los pueblos, ha desencadenado formas de egoísmo y de ultranacionalismo”.

Como explicó Marvin Harris ya hace años, muchas de las prohibiciones consolidadas tienen su origen en problemas materiales (de salud y supervivencia) y se acaban perpetuando por la costumbre. Si queremos evitarlo, habrá que reforzar los vínculos entre personas, más allá de los espacios considerados propios, para defender la democracia y la libertad en tiempo de renovadas fantasías autoritarias.

stats