Desde la libertad (3)

Las aspiraciones democráticas de la mayoría de la población catalana encontrarán nuevos caminos

Jordi Sànchez
4 min

Los días y sobre todo las noches comienzan a ser realmente fríos en Soto del Real, al pie de la Sierra madrileña. Sorprende, sin embargo, que la calefacción solo funcione en la zona de las visitas exteriores de familiares y abogados y no en el interior de los módulos, aunque es una manera de hacer sentir a las visitas la supuesta calidez de la prisión. Desconozco si la fiscalía belga ha pedido información sobre la climatización en las cárceles españolas; si alguien puede, sin embargo, que les explique que en las celdas no hay radiadores, que las paredes son de un frío y triste hormigón y que las ventanas no ajustan. Y que en los espacios comunes los pocos radiadores que hay, de momento, son decorativos. Muy ecológico y sostenible. De hecho, si los internos podemos ir con camisetas térmicas, polares y anoraks por dentro el módulo, ¿para qué derrochar energía?

El gran contraste con la gélida prisión, el contrapunto cálido que me hace sentir con fuerzas y buen ánimo, es el calor que llega desde tantas plazas, calles, balcones y teatros de nuestro país. Un calor en forma de cartas y miles de palabras y tantas imágenes que muy a menudo me emocionan y siempre se agradecen.

Cuánta gratitud os debemos yo y el resto de personas encarceladas o residentes en Bélgica a causa de la decisión de la juez Lamela, por tanta y tanta solidaridad y estima. Me sé deudor y no creo que ni ahora ni en el futuro pueda disponer ni de suficientes palabras ni de los gestos adecuados para devolveros tanta estima recibida. Mi hija Abril, con sus 11 años recién estrenados, me prestó su voz en la calle Marina el pasado 11 de noviembre para deciros: gracias por no olvidarnos.

Os invito, sin embargo, a no olvidar nunca la verdadera razón de nuestra causa; el motivo último por el que hemos llegado al punto donde ahora nos encontramos. Nuestra excarcelación es una demanda, quizás moralmente obligada, pero circunstancial, y que en ningún caso puede silenciar o tapar la exigencia democrática y nacional a favor de la República Catalana. Que nadie piense que una vez salgamos de la cárcel y el presidente Puigdemont pueda volver dignamente y sin riesgo de pisar la cárcel, todo estará resuelto.

Hemos llegado hasta aquí por un compromiso colectivo, ejemplificante para mucha gente de fuera del país, para ejercer sin renuncia ni dilaciones el legítimo derecho a la autodeterminación. Queríamos votar, votamos y volveremos a votar las veces que sea necesario hasta lograr el reconocimiento. El recorrido hecho no es en vano y el dolor recibido tampoco. La fuerza de la luz desafiando la oscuridad el pasado 11 de noviembre en la calle Marina es la mejor metáfora de lo que somos capaces de hacer para desafiar el autoritarismo que parece inevitable e imbatible. Del mismo modo que convertimos la oscuridad en una inmensa alfombra luminosa de luz blanca de esperanza, seremos capaces de vencer al autoritarismo disfrazado con piel de oveja.

El Estado quiere jugar con nosotros en el perímetro de los principios democráticos y a menudo lo hace fuera de este espacio. Confunde y crea confusión entre legitimidad y legalidad. Modelar la legalidad a su conveniencia desdibuja y violenta principios y procedimientos hasta ahora respetados por el estado de derecho. Y todo por no disponer del coraje democrático de dejar que las urnas hablaran en un referéndum. Y todo por la displicente actitud de ignorar sistemáticamente a los millones de voces que desde 2010 desbordan pacíficamente y cívicamente nuestras calles.

Con el autogobierno intervenido, las penas de prisión incondicionales dictadas y en vigencia, con nuevas figuras delictivas creadas con una ingeniería jurídica que ha llevado a injertar fragmentos del Código Penal franquista con el actual, con una opinión publicada encargada de dibujar escenarios económicos caóticos sin explicar ni las presiones reales ni los boicots a productos catalanes en el mercado español (sugiero que alguien se interese por el boicot que la fruta catalana recibió durante el mes de octubre por parte de Mercamadrid), alguien podría tener la tentación de pensar que, después de todas estas medidas que el poder español ha impulsado, el problema que España tiene con Cataluña ya se ha resuelto. ¡Qué error!

Las aspiraciones democráticas de la mayoría de la población catalana encontrarán nuevos caminos para seguir avanzando. Que nadie lo dude. Así como el agua encuentra siempre un camino de salida, nosotros lo encontraremos. Porque no hay manera de contener la voluntad de un país cuando se expresa y se manifiesta como nosotros lo hacemos. En la calle y en las urnas. Lo hemos visto desde el 1 de octubre en escenas nunca antes pensadas ni imaginadas por nadie. Y lo veremos el 21-D, cuando de nuevo volveremos a demostrar al mundo cuál es nuestra voluntad. Nuestro secreto es que no tenemos secreto. Sabemos lo que queremos, sabemos cómo lo queremos. Lo hemos mostrado al mundo y nos hemos explicado ante todos aquellos que nos han querido escuchar. Nuestra determinación y perseverancia nos hará ganadores. Todas las causas justas han vencido porque nunca han renunciado a ganar. Nosotros tampoco lo haremos.

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