Esther Vera

Pedro y el gato de Schrödinger

4 min
Il·lustració

BarcelonaEl señor Erwin Schrödinger tiene nombre de cráter de la cara oculta de la Luna, hizo aportaciones filosóficas fundamentales para la genética y recibió el premio Nobel de física. Pero es famoso por haberse inventado un experimento en el que un gato podía estar muerto y vivo al mismo tiempo. Desafortunadamente no sé nada de mecánica cuántica, pero ayer Pedro Sánchez tenía cara de gato de Schrödinger.

La teoría dice que, durante el tiempo que durara el experimento, el gato estaría muerto y vivo al mismo tiempo por el fenómeno de la superposición, pero la circunstancia cambiaría cuando se abriera la caja para acabar con la incertidumbre. Entonces la física clásica descubriría si estaba vivo o muerto.

Después de unos días de experimento, la novela negra se impuso a la física anoche con el asesinato político de Pedro Sánchez en el comité federal. En un ambiente de revancha, la lideresa andaluza y el politburó socialista se impusieron a la ingenuidad de Sánchez de mantener el no al Partido Popular y a su intento de recurrir a las bases para sancionar su política.

La vieja guardia del PSOE, con Felipe González y el grupo Prisa al frente, se han impuesto a los ingenuos de la política. Hoy, en Madrid, algunos sentirán que el orden vuelve poco a poco. El PSOE ha explotado, pero está más cerca de facilitar un gobierno del PP -votando en bloque o dividido- y tendrá cuatro años para reponerse en la oposición. En la práctica, se construirá una gran coalición para las principales políticas del Estado. Anoche Rajoy y González se fumaban un puro. Uno tiene más cerca ser presidente y el otro ha evitado un giro del PSOE a la izquierda, a pesar de haber provocado una crisis profunda.

Ni a la izquierda ni con independentistas

"A veces hay que hacer lo que es difícil". Lo decía esta semana Obama en el Congreso de EEUU. La cámara había tomado una decisión legislativa que favorece hacer justicia pero que a la vez puede resultar muy peligrosa para los militares estadounidenses desplegados por el mundo si se aprueban leyes de reciprocidad. Es una anécdota que recoge, como en tantas decisiones políticas, la difícil elección entre la protección de un valor superior o la del bien común.

Si intentamos abstraernos de la miseria política para la lucha por el poder y las formas exhibidas, el PSOE se encontraba también en un dilema político y moral. Mantener la palabra dada del no a Rajoy también significaba intentar un gobierno con Podemos y, todavía más peligroso para la cohesión interna socialista, aceptar el apoyo implícito de los independentistas.

El PP ha hecho imposible que Sánchez -en caso de que supiera hacerlo- pudiera comportarse como lo que el establishment consideraría un hombre de estado.

La crisis de gobierno que vive España es una muestra de la putrefacción de los usos de la Transición, que sirvieron para salir de una dictadura pero han enquistado las malas prácticas. El estado español no ha evolucionado en términos de cultura democrática como lo ha hecho en otros aspectos como la economía. La política continúa en manos del derecho administrativo. La aristocracia de los burócratas, que es la Abogacía del Estado, impone un marco de inflexibilidad ideológica disfrazada de defensa de la ley. La incomunicación política y la interpretación del pacto como una rendición hacen el resto.

En Alemania, socialdemócratas y conservadores podrían tomar una "decisión difícil" que permitiera construir una gran coalición para estabilizar la economía y hacer reformas imprescindibles, como la de las pensiones o dar una respuesta política a Cataluña. En España, en cambio, no será posible la cooperación hasta que el PP se renueve y fumigue la corrupción estructural que no afronta realmente. Tampoco será posible la recomposición política del PSOE hasta que la vieja guardia sepa irse y Andalucía pacte con Cataluña. A estas alturas, la regeneración está muy lejos y está más cerca la transformación del PSOE en un viejo partido caduco de la España meridional.

Sánchez ha sido hábil centrando el dilema de mantener la palabra y no votar al PP o pactar con el diablo absteniéndose. Con poca sutileza, Susana Díaz pretendía que Sánchez se quemara liderando la abstención para matarlo después.

Mal histórico

Hay un mal de fondo histórico en la política española que dificulta los pactos tranquilos. Es un problema de emocionalidad, de intolerancia. Dado que la historia de España no resulta en absoluto ejemplar, habrá que aprender a tener flema en Cataluña. Incluso sin corrupción y con nuevas caras en el PP y en l PSOE se debería aprender a pactar y afrontar los temas estratégicos con tolerancia. Entre los temas pendientes, hacer frente a la realidad de la existencia y especificidad de Cataluña, que gracias al marco de civilización de la Unión Europea, que nos aparta de nuestros salvajes fantasmas, sólo tiene una salida y es política. A pesar de los instintos.

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