Esther Vera

'Majaras' y 'patriots'

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‘Majaras’ i ‘patriots’

BarcelonaLa política catalana hoy se dirime entre majaras y patriots o refors. Para que se entienda a grandes rasgos, entre Endavant y Poble Lliure, que es como se llaman formalmente -y no en la jerga interna- dos de las corrientes principales que forman la CUP. Tienen en sus manos y en las de los diez diputados que los representan los presupuestos de la Generalitat de Catalunya y por extensión el ritmo político del proceso que defiende la mayoría parlamentaria.

La lectura que hizo la coalición ganadora de los resultados electorales del 27-S incorporaba voluntariosamente los votos y diputados de la CUP a un proyecto político inédito. Pero los procesos extraordinarios lo son si convierten actores ordinarios en extraordinarios.

La CUP se ha encontrado con un nivel de influencia y un poder que va mucho más allá de su peso social y parlamentario. Un poder que le otorgó el ex presidente de la Generalitat Artur Mas cuando llegó al convencimiento de que inmolarse políticamente implicaba la continuidad del proceso y garantizaba una mayoría parlamentaria sólida. Pero Mas disimula cada vez peor que su sacrificio podría ser gratuito, y cada vez más convergentes han llegado a la conclusión de que se ha "pagado por adelantado y no hay garantías de cumplimiento del acuerdo" de investidura. De hecho, probablemente CDC y la CUP no estarían de acuerdo ni en haber acordado lo mismo.

El ejercicio de la política en los últimos meses evidencia cómo será de difícil que, colectivamente, la CUP sepa hacer un uso constructivo y a largo plazo de su fuerza. El problema es de fondo y de forma. El debate necesario y propio de cualquier organización políticamente viva se convierte dentro de la CUP en una tensión entre facciones que se resuelve a través de un funcionamiento asambleario. Lo que en teoría es una estructura participativa se transforma en una organización atomizada e hipercompleja en la toma de decisiones, que hace de sus representantes políticos el instrumento de un sentir popular abstracto y superior. El resultado de la consulta y la asamblea permanente, como sabe cualquier universitario, está sujeto a una racionalidad manipulable, caprichosa e imprevisible. Los diputados, por tanto, tienen limitada su confianza y su función principal, que es la capacidad de negociación parlamentaria, que en sí misma exige no sólo la ganancia sino diálogo, cesión, previsibilidad y capacidad de cumplimiento de los acuerdos.

Alguien que conoce muy bien a la CUP desde dentro la define como un movimiento en "estado de adolescencia permanente" por la convicción y la perseverancia.

En la competición permanente por la coherencia y la pureza de los ideales, la CUP se vuelve inflexible y actúa en términos de botín. La cabeza del presidente que puso las urnas el 9-N tiene un valor político y simbólico innegable, pero se puede ganar más en el camino a la revolución.

La campaña electoral no es ajena a la tensión entre los actores. Para ERC, en términos financieros, que no hubiera presupuestos sería una ventaja para cumplir con las obligaciones europeas. El vicepresidente, sin embargo, está obligado a defenderlos activamente, como el primero, porque no aprobarlos es una debilidad política suya. Pero Esquerra se ve aparentemente "atrapada entre dos antagonistas" e intenta seducir al electorado de la CUP mientras sabe que ni ahora ni en el futuro podrá elegir a otro socio -y a la vez competidor- en términos de mayoría soberanista.

Incluso si las cuentas entraran en el debate parlamentario los problemas no se habrían acabado para el Gobierno de Cataluña. Sólo cambiaría de balanza el peso de la prueba. Se abriría una negociación con temas como el CRT, cerrado en estos momentos, o la subida del IRPF a las rentas altas. Una posibilidad filtrada como un globo sonda, que provocó un serio chirrido en el ejecutivo. Si se abriera una negociación parlamentaria con cesiones en temas de conciertos de enseñanza o salud, que pudieran satisfacer a la CUP, la crisis mayúscula ocurriría entre los dos principales socios de la coalición de gobierno.

En cuanto a CDC, está en una encrucijada: el debate entre el temor a frenar el proceso y "que el sacrificio haya sido gratuito" o continuar cediendo ideológicamente a la CUP. Homs endurece la campaña porque sabe que los convergentes necesitan recuperar músculo ante un electorado que considera que la cesión de la cabeza de Artur Mas sobrepasa lo que pueden tolerar, que está incómodo con la violencia en el barrio de Gràcia y huérfano de oposición en el Ayuntamiento, avergonzado por la actuación del ex alcalde Trias con los okupas.

Los voluntaristas entre unos y otros responden que "esto irá bien". No se sabe qué quiere decir, pero suena tranquilizador.

El maximalismo de la CUP estos días en debates como el de la propiedad privada o la ocupación selectiva suena antiguo, y la pureza moral históricamente ha llevado disgustos. Decía Robespierre que la "respetabilidad es coacción y rigidez" y de él decían que era "insoportablemente honesto". Robespierre dice: "No soy el defensor del pueblo [...] yo soy el pueblo". Fustigado por los girondinos, exclama: "Subiendo a esta tribuna para responder a la acusación lanzada contra mí, no es mi propia causa la que defenderé, sino la causa pública". El 18 de floreal decía: "El fundamento único de la sociedad civil es la moral", y es que en pasos sucesivos Robespierre pasó de la religión del hombre a la del ciudadano, de la verdad del sentimiento religioso a la eficacia de una policía social.

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