El empacho de Gabilondo

Esther Vera
1 min

Iñaki Gabilondo es un periodista honesto si por honestidad se entiende intentar comprender lo que se quiere explicar a los lectores o a los oyentes. Durante décadas ha escuchado y ha intentado interpretar con lucidez lo que pasaba en una España asilvestrada. Se ha hartado. A los 78 años no está cansado -las mentes jóvenes no se rinden-, pero dice que está "empachado" y dejará de intentar interpretar lo que pasa en la política española. Intuyo que es un empacho de ser razonable, de ver el tacticismo político, la mezquindad, de "dar vueltas a la cometa" y convertirse en una especie de predicador en el desierto de las olas que riñe en bucle a los irresponsables que derrochan el futuro colectivo. España siempre premia la radicalidad, el grito, la grosería. A partir de ahora habrá un interlocutor menos para aquellos que apuesten por la complejidad y la diferencia. El cansancio de Gabilondo es un síntoma de la incapacidad de cambio de la política española, donde sale más a cuenta el duelo a varapalos que el diálogo y la aceptación de los argumentos de la diferencia. Se va Gabilondo y el caso de los catalanes, sean soberanistas o no, queda todavía más lejos de intentar ser explicado, aceptado. Cuando la gente sensata se retira es que el bucle del error está volviendo a empezar y las palabras resuenan en el desierto. El mismo desierto de las meditaciones de Gaziel, el de un país que cada generación parece certificar amargamente que no tiene remedio.

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