La OBSERVADORA

¿Qué mandato?

Esther Vera
3 min

Tres años después del 1 de Octubre, dos presidentes más tarde, mucha frustración acumulada después y con una generación política del independentismo en la prisión y el exilio, se volverá a convocar a los catalanes a las urnas. El balance político de los últimos años se ha hecho de manera desigual y con mucha más autocrítica en Cataluña que en el Estado, donde las tapas de las cloacas del gobierno Rajoy saltan solo por el efecto de un policía vengativo y no por la voluntad de comprender o de avanzar en un diagnóstico realista que ayude a evaluar cómo la falta de respuesta a la crisis catalana ha erosionado la calidad democrática del Estado.

CRISIS INSTITUCIONAL

La manera en que se ha aceptado la degradación del sistema político por incapacidad de asumir el cambio es el verdadero problema de fondo de hoy en España. Si el Procés dejó en evidencia la incapacidad del gobierno español de hacer frente a una crisis institucional de fondo que prefirió dejar en manos de la justicia, la fuga vergonzosa del rey Juan Carlos y la gestión de la pandemia del covid han profundizado la percepción de final de etapa. De hecho, el capítulo político del cierre imperativo de Madrid cuando supera todos los índices de prudencia en el control de la pandemia ha dejado claro que la comunidad madrileña es una anomalía dentro del Estado y que los mecanismos federalizantes de lo que algunos consideraban el Estado más descentralizado de Europa son un espejismo. De este modo, el PP se enquista en el España “una”, y ejerciendo una oposición obstruccionista desde Madrid contra el gobierno español y la coalición gubernamental del PSOE y UP no puede ni mantener la ficción -al menos hasta hoy- de que la arquitectura territorial de España permite un estado federalizante.

Con España y Cataluña viviendo una profunda crisis económica sin que se vea ánimo político para insuflar vientos de cambio estructural y estable, en Cataluña se ha vivido la enésima humillación institucional con poca épica. La salida de Quim Torra del Palau inhabilitado por el Tribunal Supremo ya es una fotografía para la historia de los agravios, pero sin épica en una sociedad que ha entrado en una especie de rutina de la derrota.

ABANDONAR LA INSTITUCIÓN

La Generalitat afrontará los próximos cinco meses con un Govern en funciones. Torra, que se ha ido subestimando la utilidad del gobierno de la Generalitat, ha dejado claro que la administración actual le parece irrelevante ante el sueño. Y esta es ahora la cuestión. ¿Para JxCat las elecciones tienen que ser un plebiscito? ¿De qué, exactamente? ¿Cómo se implementan los resultados si se gana? ¿Qué pasa si se pierde?

El tema del plebiscito llega con una opinión pública mirando hacia el eje derecha izquierda o hacia la gestión. Los partidarios de preservar la institución pueden conectar mejor con la ciudadanía, si nos guiamos por la última encuesta del CEO, que toma la temperatura a las prioridades ciudadanas. Un 56,6% de los encuestados consideran que el Govern tendría que afrontar prioritariamente la gestión de los servicios públicos de los cuales tiene competencia por delante de la resolución del conflicto entre Cataluña y España (39,9%). El dato cambia del todo los resultados anteriores. En 2019, el CEO también preguntó por esta cuestión y entonces el 56% de los encuestados consideraban prioritario resolver el conflicto político, por delante del 36,8% que veían más urgente gestionar las competencias propias.

Y esta es ahora la cuestión: ¿gestión o un nuevo plebiscito? ¿Y cómo se ejecutaría este plebiscito con la experiencia del 27 de octubre?

Las elecciones serán el 14 de febrero y es el momento de presentar propuestas para invitar a volver a las urnas. Propuestas más allá de los símbolos y la apelación a la emocionalidad, propuestas que pongan la política al servicio del país y concreten en momentos graves para la vida de los individuos.

LA CATALUÑA DEL DÍA 3

El 1 de Octubre fue un momento histórico. Un esfuerzo colectivo que no cumplía con las condiciones de garantía de participación suficientes para ser vinculante y tener el reconocimiento internacional, y que es un símbolo de la determinación del soberanismo en buena medida por una reacción de dignidad colectiva frente a la brutalidad policial. El 1 de Octubre se convirtió en un acto de afirmación y reivindicación extraordinario, pero la mayoría de aquel día es tan importante como la mayoría del 3 de Octubre. El mandato del 1 de Octubre no se puede ejercer sin contar con las fuerzas de la mayoría del 3 de Octubre, aquellos que denunciaron la debilidad democrática española expresada en la brutalidad policial y en la intervención de parte que fue el discurso del rey. El mandato del 3 de Octubre se desaprovechó por la competición interna soberanista, que culminó un 27 de octubre. Tres años no han pasado en vano para los ciudadanos.

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