Esther Vera

Macho alfa con tupé

4 min
Trump

BarcelonaTaparse los ojos para no ver la realidad no suele ser una buena estrategia. Tampoco lo es infravalorar al adversario. Estos ingredientes aparecen en la situación paradójica que vive la política norteamericana. Después de que republicanos y demócratas lo hayan menospreciado durante meses y que los medios de comunicación se hayan divertido y lo hayan hecho crecer imantados por sus dotes superlativos para el espectáculo, Donald Trump se ha impuesto a los candidatos tradicionales en la carrera hacia la Casa Blanca. El candidato republicano ha dejado a sus adversarios por el camino con un discurso proteccionista en economía, nacionalista en política exterior, chulesco y confrontacional en las formas, soberbio con las mujeres y xenófobo en inmigración.

¿Cómo se ha llegado hasta aquí? Evidentemente, la respuesta no es simple, ni tiene interés despacharla con una descalificación al sentido del voto de millones de personas.

Trump tiene cinco puntos fuertes: un mensaje patriótico inflamado que quiere devolver la grandeza a América, éxito material personal, un discurso de outsider contra la casta política de Washington, retórica económica que conecta con los desheredados por el crecimiento de las desigualdades y unos medios de comunicación entregados al espectáculo.

Trump conecta con los obreros blancos que ven que el Sueño Americano les ha pasado de largo y conecta con los trabajadores que conoció en las obras de su padre en los años sesenta. Sabe cómo dirigirse a ellos, sabe cómo hacer teatro contraponiéndose a la élite de Washington a pesar de su opulencia. Sin pudor utiliza el populismo económico y un discurso xenófobo en términos de inmigración que mezcla con seguridad y terrorismo.

Trump habla aparentemente claro, con la grandilocuencia sentenciosa de frases como "América ya no gana", pero programáticamente defensa ya todo lo contrario. No es una cuestión de pragmatismo o de adaptación del discurso en el auditorio, sino una capacidad natural para decir lo que le conviene. Primero se situó en el centro del debate político con afirmaciones escandalosas que monopolizaban la agenda y ahora las matiza en lo que puede considerarse el inicio del viaje hacia el elector republicano tradicional. De la "prohibición total y completa de entrada de los musulmanes a los EEUU" ahora dice que era "sólo una sugerencia". Dice lo mismo sobre la prohibición de armas. A pesar de que había defendido la prohibición de las armas de asalto, en campaña ha cambiado de opinión y el viernes la Asociación Nacional del Rifle lo apoyó con el argumento de que "es el momento de unirnos". De hecho, lo que habría sido sorprendente es que hubiera apoyado a la candidata demócrata, que está inequívocamente a favor del control.

En economía es un convencido proteccionista que abjura del NAFTA, que considera el peor acuerdo comercial del mundo. En materia de política exterior vive en contradicción entre el deseo de recuperar el orgullo de la América omnipoderosa, temida y respetada, y los costes de serlo. Su visión aislacionista no le impide proponer algunas aventuras como la ocupación de los campos petroleros de Irak.

¿Cómo se explica que un candidato narcisista, confrontacional e ignorante en política exterior y económica tenga posibilidades de ganar la presidencia de EEUU? En una biografía de Michael d’Antonio titulada Never enough [Nunca suficiente], el autor asegura que es un hombre siempre en su papel: "Donald Trump haciendo de Donald Trump". Y Mark Singer en The New Yorker lo define como "una existencia no estorbada por el estruendo de un alma". Ambición, determinación y tanto dinero y tanta demagogia como sean necesarios.

En un artículo reciente, la revista The Atlantic explicaba las razones del apoyo a Trump y las dividía entre los que creen que el candidato republicano es la mejor opción para liderar América y los que están motivados por la desorientación y el caótico espectáculo de su éxito. Entre los seguidores: un patriota que quiere que América gane, un libertario que quiere la desaparición del estado, un blanco enfadado que disfruta con la impertinencia de Trump y su actitud desafiante, un descreído que valora que Trump sabe que todo es teatro , varios votantes blancos empobrecidos que encarnan la rabia de la clase media, la gente desesperada, que vota desesperadamente.

Con Trump consolidándose, la candidata con más posibilidades para cerrarle el paso está en dos guerras simultáneas. Clinton está perdiendo energías con la carrera que disputa dentro de su propio partido. ¿Qué harán los seguidores de Sanders respecto a Clinton? El apoyo a Hillary no se prevé automático. El fin de semana pasado los partidarios de Sanders interrumpieron la convención del Partido Demócrata de Nevada con gritos y amenazas y se pueden prever grandes resistencias de los pro Sanders a votar a Clinton en la elección presidencial definitiva. Lo que parecía una broma ha desbordado las expectativas y al propio Partido Republicano.

¿Por qué Trump no tiene que ser presidente? Porque contesta "A ti qué te importa" cuando le preguntan si está al día con Hacienda y cuántos impuestos paga, porque es machista, desprecia a las periodistas que lo cuestionan, tiene un estilo macarra que intenta amedrentar al interlocutor, porque miente tanto como respira, porque EEUU no pueden traicionar así sus propios valores. El voto de castigo es siempre imprevisible.

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