Hacer previsible la democracia

Esther Vera
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Si la lucha democrática es la "batalla constante entre el ideal y la realidad", como dijo Joe Biden, hoy los EE.UU. y sus aliados están algo más cerca del ideal que de la más indecente e impostada realidad de los últimos años. La ceremonia de toma de posesión del nuevo presidente fue austera, representativa de un país hecho de minorías que ha nombrado a su primera vicepresidenta de origen indio, y con una confortable previsibilidad de los mensajes.

Sobrevolaba Washington el desafío a la democracia del 6 de enero, y la ceremonia fue la demostración de que la democracia es imperfecta y frágil, pero que cuesta destruirla. La joven poeta Amanda Gorman definía los EE.UU. como "un país que no está roto sino inacabado", poniendo así palabras a la determinación de Biden de abrir un nuevo capítulo que recupere "la verdad, la decencia y el respeto".

La primera decisión política del presidente demócrata fue la firma de una serie de decretos que inician la deconstrucción de la pesadilla y vuelven a situar a los EE.UU. en el escenario estratégico multilateral, con el país "nuevamente comprometido" en temas clave como la lucha contra el cambio climático y contra la pandemia.

En contraste con la alegría y la ostentación otras tomas de posesión, una ciudad fortificada y desierta era la imagen de una nueva presidencia que tiene que empezar por la reconstrucción de la unidad, de la verdad, de las complicidades y de la salud, no solo democrática.

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