Esther Vera

Alá bendiga el rock&roll

4 min
Patrick Stollarz / AFP

Europa tiene que elegir entre abandonarse o sobrevivir. Traicionarse definitivamente o hacer frente al oscurantismo con las únicas armas que tenemos, las de la luz. El objetivo de los terroristas no es sólo aterrorizarnos. Es que el miedo nos carcoma y que abandonemos nuestros valores comunes: paz, democracia, igualdad y libertad. O lo que queda de los valores tradicionales de la Unión Europea, que se demuestra exhausta cuando pacta con Turquía la expulsión de refugiados y acepta que haga de policía de nuestras fronteras a cambio de no mirar la precariedad del régimen de Ankara. Expulsamos a los refugiados que huyen de la guerra de Siria y que consiguen penosamente pisar territorio de la Unión, y lo hacemos pagando generosamente a Erdogan y girando la cara cuando aplasta a los kurdos, hombres y mujeres que luchan contra el Estado Islámico.

Los atentados de Nueva York, Madrid, Londres, Copenhague, Estambul, Yakarta, Nigeria y Bruselas tienen un efecto emocional y estratégico. Los fanáticos religiosos, ya sea con la marca de Al Qaeda, de Estado Islámico o de Boko Haram, pretenden atemorizar y cambiar los valores y hábitos de tolerancia y libertad personal a cambio de una promesa de paraíso en el más allá o de un califato del terror en la tierra. Fanáticos, ignorantes, reprimidos... la mejor Europa les responde cuando París vuelve a las terrazas, se reanuda la música y las mujeres ejercen su libertad.

Hoy hay 18 yihadistas detenidos en 6 países diferentes por colaborar en los atentados de París, y Salah Abdeslam estuvo fugado durante cuatro meses para ser capturado finalmente en su barrio de Molenbeek, en Bruselas. El adoctrinamiento de los jóvenes se hace por internet y la captación lleva a miles a campos de entrenamiento o de guerra del EI. Según la AFP, de Bélgica han salido en dos años 470 jóvenes hacia Siria e Irak, y se calcula que 1.700 se han ido de Francia, 760 de Alemania y del Reino Unido, y 2.400 de Rusia. De España se calcula que son 133 los jóvenes que han ido a hacer la yihad. En muchos casos son chicos y chicas nacidos y educados en Europa.

¿Por qué se van? Por una "cuestión de expectativas". Así lo calificaba esta semana, en una conversación, un especialista en la integración de la diversidad en una ciudad de Cataluña que tiene escuelas donde 9 de cada 10 niños son catalanes de religión musulmana y padres nacidos fuera. Son jóvenes educados en la teórica igualdad de oportunidades y que conocen el racismo y la falta de futuro especialmente cuando salen al mercado laboral. Entonces, cuando nuestro ascensor social no funciona, es cuando la épica del parado o el electricista es muy limitada frente a la del héroe de la lucha contra Occidente que ocupará las portadas y llegará a un paraíso donde lo esperan unas cuantas vírgenes.

Pero la frustración no explica convertirse en un asesino. Un ejército de fanáticos religiosos esperan que el caldo de cultivo de la frustración, sumado a la propaganda del odio, favorecida por nuestra política exterior hipócrita, se convierta en una fábrica de reclutamiento de asesinos llamados mártires. Cuando la guerra ya no se hace sólo en el frente sino en el metro, es fácil matar masivamente si se está también dispuesto a morir.

La integración y la cooperación europea es la única salida a la situación actual y no hay atajos. Cooperación en política exterior e interior. La política exterior común debe afrontar los errores de los últimos años. La guerra en Irak fue una irresponsabilidad que se paga cara y la dejadez en Siria y Afganistán ha hecho crecer el poder del integrismo islámico, que exporta la guerra a nuestras ciudades. Replegarnos atemorizados es el siguiente error. Europa tiene que acoger a los refugiados y darles un futuro. De manera realista, con las condiciones que sean aceptables para los menos favorecidos de nuestros ciudadanos, con el esfuerzo de todos.

En materia de política de seguridad, Francia está todavía en estado de emergencia y casi 12.000 soldados patrullan por sus calles. El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, ha acusado a los Veintiocho de pasividad por no haber aprobado las medidas pactadas tras los atentados de París. De hecho, el Parlamento no ha aprobado el registro de pasajeros aéreos en la UE y los lobis ponen obstáculos a la directiva sobre control de armas. Juncker habla de una unión de la seguridad a la altura de la unión económica y monetaria. Esta vez tiene razón.

No hay atajo: participar en la guerra en Siria, educar a los jóvenes en la diversidad y el respeto, tolerancia cero con el racismo, volver a poner en marcha nuestro ascensor social, integrar sin renunciar a nuestros valores fundamentales, apostar por los moderados, acoger a los refugiados con políticas realistas que inviertan en bienestar e integración y nos salven de nuestra miseria moral, económica e intelectual.

Tendremos que combatir internamente a simplistas y pirómanos como los gobiernos del este de Europa que hablan de acoger a refugiados sólo si son cristianos, o Marine Le Pen, que compara las oraciones colectivas en la calle con la ocupación nazi.

El aspirante a candidato republicano a la presidencia de los Estados Unidos Ted Cruz ha propuesto la creación de patrullas que vigilen barrios musulmanes. Él, hijo de cubano que huyó de la dictadura castrista con el sueño de una vida de oportunidades y libertad. La apertura cultural, el soft power. Quizá algún día Eagles of Death Metal o los Rolling Stones tocarán en Siria o Afganistán sin miedo. Alá bendiga el R&R.

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