Ernesto Ekaizer

Asesinato en una investidura

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Mariano Rajoy i Pedro Sánchez

Ni Pedro Sánchez tenía, tras el 20 de diciembre, los apoyos para presentarse a una investidura, ni Mariano Rajoy los tiene ahora, después del 26 de junio.

Sánchez aceptó la propuesta del rey Felipe y, confirmada la falta de dichos apoyos en el Congreso de los Diputados, fracasó; Rajoy ha aceptado ahora el encargo –contra lo que hizo antes en dos ocasiones sucesivas– con un plan: forzar esos respaldos con su avance electoral de 123 a 137 escaños y las pérdidas del PSOE, de 90 a 85 escaños.

En otros términos, su apuesta es: o yo, Mariano Rajoy, o nada. Y de la nada, ¿adónde vamos? La inexistencia de alternativa, en la hipótesis de que se descarte a Rajoy, conduce a nuevas elecciones.

Y todos los partidos han insistido en que hay que evitarlas. La flamante candidata de Podemos a lehendakari en el País Vasco, Pilar Zabala, ha llegado a decir: “Las terceras elecciones es lo peor, sería mejor otro gobierno, incluso el del Mariano Rajoy”

Es la amenaza de esas elecciones y la inexistencia de alternativa parlamentaria real a Rajoy lo que le ha llevado, a diferencia de lo que hizo después del 20 de diciembre, a aceptar la propuesta real. Su idea la ha expresado Fernando Martínez Maíllo, vicesecretario de Organización del Partido Popular el pasado 29 de julio: “Decirle no a Rajoy ahora es decirle no al Rey”.

De modo que Rajoy se desliza hacia cierto bonapartismo colocándose por encima de los partidos y apoyándose en la incapacidad de ninguna fuerza política para dictar una salida a la crisis política española.

Por ello ni siquiera contempla acudir al Congreso si no logra reunir los apoyos. Como dijo en Barcelona el 21 de junio antes de su nueva victoria del 26-J, “a la investidura se va para ser investido”.

Pero he aquí que estamos ante una repetición del modelo de jugada. Sánchez intentó al menos la abstención de Podemos a partir de una plataforma formada por PSOE y Ciudadanos. Rajoy apunta a la abstención del PSOE desde su plataforma, por ahora virtual, con Ciudadanos.

La diferencia es que, mientras en Podemos el liderazgo de Pablo Iglesias ahogó –incluso antes de que osaran expresarse– los intentos de abstenerse en la investidura de Sánchez, en el PSOE los que te dicen “no es no” a continuación concluyen: “Habrá que abstenerse”.

Y Rajoy, el zorro, lo sabe. Lo sabe porque todos lo sabemos a partir de las disensiones de los barones y porque, además, mantiene contacto directo con personalidades del PSOE. Cultiva su relación institucional con Felipe González y con José Luis Rodríguez Zapatero. Y con medios de comunicación.

Pero su plan de una investidura forzada, in extremis, no es pacífico. Pasa por doblar el pulso a Sánchez y a la actual ejecutiva del PSOE.

Tras su encuentro con Rivera, el zorro ha empezado el acoso y derribo de Sánchez. Zapatero ha solicitado un debate ante la actual situación para conseguir el máximo consenso dentro del PSOE. No ha pronunciado la palabra abstención pero a buen entendedor pocas palabras bastan. ¿Habló Zapatero con Rajoy en las últimas semanas? ¿Sabía Rajoy que contaba con la responsabilidad institucional del expresidente de Gobierno en estas horas difíciles?

Y a horcajadas del debate genérico, como quien no quiere la cosa –la abstención–, solicitado por Zapatero, Rajoy ha lanzado a través de Pablo Casado y Javier Maroto el asalto metiéndose en la cocina: el Comité Federal del PSOE tiene que rectificar y aprobar la abstención.

Rajoy, pues, parece creer que su nueva presidencia pasa por el asesinato (político) de Pedro Sánchez.

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