Vacunémonos, sin duda

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No hay margen para la tibieza. No tiene sentido que todos esperemos la vacuna para que solucione nuestras vidas y nos asegure el regreso a la normalidad y que, a la vez, tengamos dudas sobre si nos tenemos que vacunar o no. Vacunémonos, sin duda. Sólo una vacunación general y masiva de toda la población, aquí y por todas partes, hará efectivo y viable este deseo colectivo de vencer al coronavirus para poder recuperar el rumbo de nuestras vidas, rehacer los negocios, recuperar las amistades, retomar los estudios y el ocio presenciales, volver a salir y respirar todos los aromas y posibilidades de la existencia humana. La vacuna -las vacunas- para neutralizar el covid-19 es la gran herramienta que a lo largo del año que viene nos permitirá salir del pozo de la crisis sanitaria y económica. Cuanto más rápida sea la vacunación, mejor se podrán retirar las restricciones. Y los expertos lo tienen claro: “Todas serán seguras”, además de eficaces. Se han hecho en un tiempo récord, cosa que no debería hacer dudar de su calidad, sino que nos tiene que hacer admirar la excelencia científica e industrial logradas. Nunca en la historia se había dado un proceso de investigación y de producción a escala mundial tan veloz y exitoso. Las vacunas han sido, desde hace dos siglos, uno de los grandes adelantos biomédicos que han permitido alargar notablemente la esperanza de vida de las personas y superar azotes letales, empezando por la viruela y siguiendo por muchos más: el sarampión, la hepatitis o la misma gripe, de la cual ya se ha empezado una nueva campaña, como cada año. Sin estas y otras muchas vacunas, hoy viviríamos menos años y en peores condiciones.

No hay ningún margen, pues, para no querer inmunizarse, esta vez del coronavirus. Al contrario: es imprescindible que se produzca una vacunación cuanto más extensa mejor. Si el 2020 ha sido el año de la plaga del covid-19, el 2021 tiene que ser el de la vacuna que elimine su reproducción. Es verdad que, ante la irrupción de la pandemia, las decisiones erráticas y los cambios de estrategia han generado una obvia confusión que ha alimentado ciertas y lógicas reticencias. Pero para el bien de todos ahora toca pasar página o, mejor dicho, toca recuperar la confianza. Las autoridades sanitarias, políticas y científicas tienen que liderar con mensajes claros, pedagógicos y contundentes tanto la información y el aval de las vacunas como su implementación ordenada para contrarrestar las suspicacias y el miedo entre la opinión pública. En España la reticencia a vacunarse se sitúa en un 70% de la población, un porcentaje que hay que cambiar con urgencia. Esta pandemia ha agrietado la cultura a favor de la protección comunitaria. Si las cosas se hacen bien no tendría que resultar difícil devolver la convicción a la gente. Es imperativo conseguirlo.

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