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¿Qué gana el independentismo vetando a Iceta?

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Iceta, pendent de JxCat i ERC per presidir el Senat

Para responder a la pregunta que plantea el editorial hay que situarse en el principio de la operación, cuando de forma arrogante y oportunista Pedro Sánchez filtró a la prensa que Miquel Iceta sería presidente del Senado, como si decidirlo fuera una potestad únicamente suya y no hiciera falta una votación en el Parlament. Esta manera de actuar, que recuerda al bautizo del aeropuerto de El Prat con el nombre de Josep Tarradellas sin pactarlo con la Generalitat ni el Ayuntamiento de Barcelona, denota no solo una determinada manera de hacer las cosas, sino también un menosprecio absoluto por los representantes públicos catalanes y sus instituciones.

Si a esto se le añade que Pedro Sánchez, de múltiples maneras, ha dejado claro que no está dispuesto a negociar nada con los grupos independentistas de cara a su investidura, no es extraño que ERC, que con 15 diputados es la sexta fuerza del Congreso, haya visto una oportunidad para ponerle la zancadilla y hacer descarrilar su plan.

El otro factor importante para entender la jugada es el contexto electoral. Sería ingenuo pensar que detrás del movimiento de ERC no hay una componente de tacticismo electoral. A 10 días de las elecciones municipales, los republicanos han aprovechado esta ocasión para dar un golpe encima de la mesa y marcar un perfil independentista duro, quizás en un intento de equilibrar el giro pragmático que ha protagonizado la formación desde octubre de 2017. De la misma manera, Sánchez también sabrá sacar provecho del veto a Iceta, porque le ayuda a desmontar el discurso de la derecha, que veía en el nombramiento una concesión a los independentistas. Electoralismo a ambos lados.

Aun así, y admitiendo que someter al presidente español a un baño de realidad puede resultar pedagógico, la pregunta que plantea el editorial sigue siendo pertinente. Porque la política no puede estar basada solo en el corto plazo y en la emocionalidad. Es cierto que hasta que no se aclare la situación de los presos políticos y los exiliados y se recupere una cierta normalidad institucional no se podrán crear las condiciones necesarias para un mínimo diálogo. Pero hay que empezar ya a tener claro cuál es el itinerario que se tendrá que seguir. Y es desde este punto de vista que impedir el acceso de alguien como Miquel Iceta a la presidencia del Senado podría tener más consecuencias negativas que positivas.

Primero porque resulta difícil de justificar desde un punto de vista meramente jurídico, ya que es potestad de cada grupo designar o cambiar a los senadores, y hasta ahora los independentistas no han tenido ningún problema en votar candidatos como Xavier García Albiol o Lorena Roldán. En segundo lugar, porque la fase de diálogo que se tendrá que abrir en algún momento con el Gobierno exigirá, para contar con unas mínimas posibilidades de éxito, que haya interlocutores que conozcan la realidad de Cataluña. Y, finalmente, porque si el independentismo quiere ampliar apoyos, el camino no es romper puentes con el PSC, que a pesar de todo no tiene una posición sobre Cataluña equiparable a la del PP, Cs o Vox. Es más, votando en contra se facilita el discurso victimista de Sánchez e Iceta y se da argumentos a los sectores del PSOE contrarios a cualquier tipo de diálogo.

Por lo tanto, la pregunta sigue siendo válida: ¿qué gana el independentismo vetando a Iceta?

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