CONSTITUCIÓN DE LAS CORTES

El protagonismo de los presos en el Congreso enerva a Cs, el PP y Vox

Una sesión marcada por el boicot de la triple derecha a los acatamientos de los independentistas

Dani Sánchez Ugart
4 min
Jordi Sànchez i Jordi Turull observant un molest Albert Rivera, ahir  al Congrés.

MadridSólo un pasillo separaba a Jordi Sànchez —preso político fuera de las cuatro paredes del Congreso, y ayer, durante un paréntesis, sólo diputado de JxCat— de Albert Rivera. El líder de Ciudadanos se sentó, en la sesión de constitución de la cámara baja, más a la derecha de lo que era habitual en la anterior legislatura, en una metáfora del giro ideológico de su partido. Y desde allí lideró el intento de boicotear la presencia de los presos políticos que son diputados. Los presos se convirtieron en los auténticos protagonistas de la sesión, ante la impotencia y el ruido creciente de las tres derechas —Cs, el PP y Vox— y encarnaron la excepcionalidad del momento. Rivera, el nerviosismo de la derecha nacionalista española.

Sànchez y Rivera no se saludaron. El político autoconsiderado liberal distribuyó después una foto por Twitter en que se vanagloriaba de su displicencia con el diputado independentista y donde decía que considera una “ofensa” su presencia. Era el prólogo de la actitud desafiante que el líder de Ciudadanos, obstinado en llevar la voz cantante entre los expresivos diputados de la derecha española, tendría durante toda la sesión. Lo consiguió, y ayer Santiago Abascal y Pablo Casado parecieron dos moderados a su lado. Era la primera de las notas de tensión de una sesión parlamentaria marcada por la excepcionalidad que representan los presos políticos, depositarios de la confianza de los electores y, al mismo tiempo, tachados de “golpistas” por casi la mitad de la cámara.

Golpes con los puños y los pies

El acatamiento a la Constitución de los presos fue el clímax de la sesión. El momento en que el simbolismo llegaba a máximos. Prometieron acatarla “por imperativo legal” y en su condición de presos políticos, con “fidelidad al mandato del 1-O”, en el caso de los de JxCat, y “desde los valores republicanos”, en el caso de Junqueras. Y en el otro lado, los diputados de la derecha se entregaron al griterío y el hooliganismo, golpeando con los puños y los pies el mobiliario de la vetusta cámara baja para no dejar que los mensajes se oyeran. Sofocaron las palabras de unos diputados electos —que hablaban sin micrófono— porque, según gritaban algunos diputados, era “una vergüenza” que las pudieran pronunciar. Muchos de los diputados que se entregaron al ruido escogieron fórmulas originales de acatamiento —“Por España” o “Por el rey”, que sobrepasaban la oficial “Sí, lo prometo” o “Sí, lo juro”—. Pero a ellos nadie los estorbó.

La mirada de Rivera a Sànchez contrastó con el saludo que su número dos, Inés Arrimadas, hizo a los tres presos de JxCat —Josep Rull y Jordi Turull, además de Sànchez—. La cordialidad, a pesar de todo, fue la tónica en la primera parte de la sesión, aunque la realización del Congreso robara algunas imágenes. La llegada de los presos, por una de las puertas laterales del hemiciclo, vino acompañada por el aplauso de sus compañeros de grupo, y la única protesta expresada con el grito de “¡Fuera!” de una diputada de Vox, un grupo que ayer ocupaba los escaños del PSOE por la libertad que tienen los diputados de escoger los asientos en la sesión que abre el curso. Oriol Junqueras, para quien los compañeros reservaron un escaño en la parte izquierda del hemiciclo y en segunda fila, un espacio habitualmente ocupado por Unidas Podemos, despachaba mientras tanto con Gabriel Rufián.

La apertura formal de la sesión, protagonizada por un presidente de la Mesa de edad de 73 años con una imagen que recordaba a Valle-Inclán, fue aprovechada por una parte de los presos para recuperar durante un rato otra de las libertades de la que están privados en su reclusión en Soto del Real: la digital. Consultaron con fruición los móviles e hicieron llamadas. Sobre todo los de JxCat, más entregados a los aparatos que Junqueras, que también fue el único de los cuatro que no llevaba ningún distintivo amarillo. Entre las conversaciones en la bancada de JxCat hubo una con Carles Puigdemont, que también les hizo llegar cartas.

Cuando fueron llamados a votar, los presos se dirigieron a la tribuna. Y es aquí cuando se produjeron las conversaciones con miembros del Gobierno: la primera, de Junqueras con la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, y con la de Defensa, Margarita Robles. El momento más esperado, el del apretón de manos con el presidente español en funciones, Pedro Sánchez, llegaría poco después y duraría pocos segundos, tiempo suficiente para que se felicitaran por las victorias. Cordialidad, a pesar de todo. Y un “Tenemos que hablar” que le dijo Junqueras.

Fueron necesarias dos votaciones para acabar nombrando a Meritxell Batet presidenta. Y dos más para elegir al resto de la Mesa, lo que contribuyó a distender la situación. Turull, Rull y Sànchez también tuvieron su momento para saludar al presidente español, que oficialmente no prevé tenerlos como interlocutores. A medida que avanzaba la sesión, los contactos se hicieron más habituales, hasta el punto que hubo tiempo para conversaciones largas, como la que mantuvieron Turull e Irene Montero y Pablo Iglesias, a los que los diputados independentistas hicieron un favor votando a sus candidatos a la Vicepresidencia y la Secretaría de la Mesa. Junqueras lo hizo con varios ministros del Gobierno español, entre los que figura también el número dos del PSOE, José Luis Ábalos, dando a la situación una pátina de normalidad que no sería noticia si no fuera porque era un paréntesis. Después, la policía los volvió a escoltar hacia la celda de Soto del Real, donde esperarán la decisión de la Mesa sobre su futuro político en el Congreso y en el Senado.

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