Nítidamente electoralista

El debate esencialista para distinguir a los independentistas puros de los impuros es completamente innecesario

Carles Mundó
3 min
CRISTINA CALDERER

A diez semanas de las elecciones al Parlament de Catalunya, muchos de los mensajes que oiremos, de todos los partidos, están más pensados para el día 14 de febrero que para el día 15. Esta semana, con el estreno de Laura Borràs como candidata de Junts per Catalunya, hemos tenido una buena muestra de ello porque ha centrado todas las energías en sembrar la duda sobre el compromiso independentista de su principal adversario electoral, Esquerra Republicana de Catalunya. No sabemos cómo se mide la nitidez independentista que reclama Borràs ni sabemos dónde se dan los carnés de buen independentista, pero querer clasificar a todos aquellos que el día 1 de Octubre fuimos a votar no parece que sea una aportación muy útil para fortalecer el movimiento.

Con los datos demoscópicos en la mano, en mayor o menor medida, Esquerra Republicana ocupa un espacio central y se disputa franjas de voto con Junts per Catalunya, con la CUP, con los comunes e, incluso, con votantes desencantados del PSC. En cambio, el terreno de juego electoral de Junts per Catalunya se reduce, esencialmente, a una competición con Esquerra, motivo por el cual, en los próximos setenta días, estamos abocados a presenciar un desgaste estéril dentro de un mismo bloque de electores.

Esta dinámica de suma cero, que es nítidamente electoralista, no aportará ni un solo votante a las filas independentistas. El objetivo legítimo de llegar primero en la carrera electoral, aunque sea pagando el precio de ensanchar la grieta entre los independentistas, es una estrategia muy poco inteligente para ganar. Ni ERC, ni Junts ni la CUP necesitan hacer exhibicionismo para acreditar su independentismo ni someterse a exámenes de nitidez. Con presos políticos, exiliados y encausados, este debate esencialista para distinguir a los independentistas puros de los impuros resulta completamente impertinente e innecesario.

Como reivindicaba en estas mismas páginas hace unas semanas, lo que tenemos que exigir a los partidos que se presentan a las elecciones es que hablen en plata y que se dejen de juegos de palabras y conceptos ambiguos. Es muy lógico que piensen en el 14 de febrero, pero es imprescindible que piensen también en el día después y eso hace que no puedan abstraer el conveniente debate sobre la independencia de los efectos devastadores de la crisis sanitaria provocada por la covid-19 que sufrimos. Como el cartero en la novela de James M. Cain, el coronavirus siempre llama dos veces, y quizás tres si no extremamos las precauciones durante las próximas semanas. Y ya vemos cómo, con cada oleada, más personas y más empresas salen duramente perjudicadas y reclaman el apoyo de las administraciones.

La propuesta que hay que hacer a los electores no es hacerlos elegir entre puros e impuros. Tampoco va de hacernos elegir entre la buena gestión o la defensa de la independencia. Por fortuna de todos, este falso dilema quedó superado hace años cuando, gracias a personas como Josep-Lluís Carod-Rovira, se puso sobre la mesa que el eje social y el eje nacional son indisociables, son dos caras de una misma moneda. Desde entonces, se ha ido desvaneciendo ese statu quo alimentado por CiU y el PSC, que presentaba como incompatibles las políticas progresistas y la ambición nacional. Hoy CiU se ha fragmentado en múltiples versiones, en varios espacios políticos, y el PSC lucha para recuperar los votos que ahora hace tres años capitalizó Ciudadanos.

La necesidad de hablar en plata tiene que servir para que los electores decidan cómo encarar el próximo ciclo político, tanto para resolver los problemas inmediatos como también para fijar una estrategia ganadora que permita ser fuertes políticamente para avanzar en el objetivo de la independencia. Para simplificar, el 14-F sabremos si hay más gente que opta por la estrategia de ensanchar la base social en torno al 80% que reclama una solución política a través de un referéndum o si, por el contrario, lo que se quiere es ensanchar la grieta, contando que ya hay suficientes apoyos y que solo falta más determinación para hacer realidad el objetivo.

La competición electoral en el bloque independentista no se puede hacer a cualquier precio, sin tener en cuenta que, con toda seguridad, las urnas tendrán como resultado una aritmética que exigirá llegar a pactos y a consensuar estrategias. Ya veremos si un nuevo acuerdo entre Esquerra y Junts per Catalunya en la Generalitat es compatible con un pacto en la Diputación de Barcelona entre el PSC y Junts per Catalunya, que facilitó la presidencia a la alcaldesa de L'Hospitalet y cortó el paso a tener un presidente independentista al frente de la institución. Por eso, también es necesario que se hable en plata sobre las alianzas postelectorales y no se aboque a los votantes a discusiones estériles y agotadoras, que son nítidamente electoralistas.

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