La industria de visitantes tiene que sobrevivir

Andreu Mas-colell
3 min
La indústria de visitants  ha de sobreviure

Para una economía, disponer de recursos naturales tendría que ser una ventaja comparativa muy clara. Al fin y al cabo, siempre está la opción de dejarlos en la naturaleza. En la práctica, sin embargo, todo es más complicado. Así, en los años 70 los analistas económicos observaron que en los Países Bajos las exportaciones de gas natural generaban una apreciación de la moneda que afectaba negativamente la competitividad de la industria (Dutch disease). De hecho, es fácil encontrar ejemplos de países donde se puede dudar de que la abundancia de recursos naturales haya sido una bendición. Podría ser el caso de Venezuela. Ahora bien, sería erróneo concluir que es una maldición contra la que no se puede hacer nada. También es fácil identificar países en los que disponer de dichos recursos les ha ido muy bien. Ejemplos: el petróleo para Noruega o, en tiempos recientes, el cobre para Chile. La clave está en el buen gobierno. Garantizarlo, en el contexto de una economía muy dotada por la naturaleza, presenta retos específicos pero no es imposible.

En Catalunya el discurso de nuestro progreso económico ha hecho hincapié en el éxito a pesar de la ausencia de recursos naturales. Pero lo cierto es que en tiempos modernos hemos descubierto que teníamos uno: el entorno físico. Y, más recientemente, también otro: el patrimonial. Recuerdo vívidamente como explicaba a mis amigos americanos, en los 70 y 80 del siglo pasado, que en Catalunya teníamos mucho turismo pero que éste evitaba Barcelona, solo le interesaban las playas norteñas y del sur. Todo cambió en los 90: Barcelona se puso guapa, convocó el mundo a una gran fiesta y todavía bailamos al sonido del maestro Gaudí.

Ahora bien, la industria turística está cuestionada. Se señala que es una industria de productividad directa comparativamente baja. Cierto, pero esto no significa que si la prohibiéramos sería automáticamente sustituida por una actividad económica de alta productividad. Además, la diversificación es un disparo muy conveniente para la resiliencia de una economía. La catalana lo es bastante y, en el mix, la industria de atracción de visitantes tiene un papel importante. Con la crisis actual, esta industria se ha colapsado y han aguantado otros sectores. En otras crisis, es el turismo el que amortece el golpe. No tendríamos que intentar que el sector sea todavía más grande pero tampoco que sea mucho más pequeño. Las alternativas no están lo bastante claras. Para garantizar su futuro, la industria tradicional (automoción, química...) se tiene que modernizar. Si reindustrializamos competitivamente llenaremos las naves de robots y no crearemos ocupación adicional. Sin duda, la economía de los servicios se expandirá. Nos conviene que esto se traduzca en puestos de trabajo de alta calificación. Es improbable que estos puestos de trabajo puedan absorber a los trabajadores del turismo. En resumen: no nos podemos permitir decretar la obsolescencia del capital y el trabajo del sector turístico. Si California o Nueva York pueden compatibilizar economías vibrantes y una actividad turística muy potente, ¿por qué no lo podemos hacer nosotros?

El reto es cómo aprovechar nuestra ventaja comparativa, y la fórmula tiene que ser una buena gestión que consiga aumentar la productividad directa en la industria de visitantes pero también las sinergias positivas hacia los otros sectores económicos. De éstas, las hay. ¿Qué es lo que nos da, si no, la buena conectividad del aeropuerto del Prat? Pero hay que trabajar en otras. Menciono dos.

1. Impulsar proyectos conjuntos de turismo y cultura ayudaría a mejorar la industria de visitantes y ofrecería más densidad cultural en Catalunya. Para los locales podría representar más cultura y más asequible. La cultura ahora ya es un atractivo para visitantes. Sobre todo la arquitectura en Barcelona. Una buena iniciativa es Barcelona Obertura, promovida por Barcelona Global, donde el Liceu, el Palau y El Auditori coordinan sus programas durante dos semanas intensivas del mes de marzo. Podríamos ir más lejos. Elevar, por ejemplo, el perfil de Barcelona en acontecimientos de arte (¿coordinados con música?). Es una inversión que podría ser muy rentable y no implicaría grandes gastos iniciales. Con lo que cada año la Generalitat se gasta en la F1 se podrían hacer varias exposiciones del nivel de la de Mondrian, ahora visitable en el Reina Sofia.

2. Un problema agudo de Barcelona es la carencia de vivienda de alquiler asequible. Quizás los visitantes han contribuido al problema, o quizás no. Pero lo que es seguro es que pueden ser parte de la solución. Por ejemplo, los visitantes volverán después de la pandemia y reaparecerán las iniciativas de promoción de alojamientos turísticos. Su regulación, es decir, los permisos, está en las manos de las autoridades públicas. Nada tendría que impedir que los permisos se condicionaran a la generación, en una proporción adecuada, de vivienda de alquiler asequible por parte de los operadores.

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