Temas para el día después

Centroizquierda y centroderecha tienen elementos para un buen entendimiento de futuro

Andreu Mas-colell
3 min
Temes per a l’endemà

Los grandes temas que nos ocupaban antes de la pandemia volverán. Algunos, como la descarbonización del mundo o la biodiversidad, los retomaremos donde los dejamos. En otros, el impacto de lo que nos está pasando alterará los términos de la discusión. En este artículo menciono cinco de estos últimos.

EEUU y China. El conflicto se ha agudizado. Nos engañaríamos si lo atribuyéramos sólo a las rarezas de Trump. Será mucho mejor si no lo gestiona él, pero el conflicto es de fondo y no va a desaparecer. Como tenemos que acostumbrarnos a pensar lo impensable, me temo que la única incógnita es si este conflicto será frío o caliente. Las confrontaciones armadas son aún improbables, pero no las excluyo. Lo habría hecho a finales del año pasado. ¿Como nos afectará en la UE? El escenario más deseable es que seamos puente de concordia. El menos deseable es que el conflicto nos divida entre proamericanos y prochinos.

El BCE y Karlsruhe. En la eurozona, de la crisis nos ha de salvar la política monetaria del BCE. Es vital para el Sur pero, como hemos visto con la sentencia del Tribunal Constitucional alemán, con sede en Karlsruhe, esto inquieta a la ciudadanía alemana. Planea la sombra de la hiperinflación de hace cien años. El tribunal no quiere darse cuenta de que limitar la capacidad de creación de dinero del BCE es condenarlo a la falta de efectividad. Draghi no tuvo necesidad de ir mucho más allá de lo que fue porque podía: no tenía límite. Es cierto que no sabemos muy bien por qué no tenemos inflación. Toda la historia monetaria nos llevaría a pensar que una creación de dinero tan masiva como la que se ha estado produciendo la generaría (y de paso devaluaría la deuda). Pero no es el caso y en la situación actual tenemos que aprovecharlo: necesitamos una política del BCE tan expansiva como sea concebiblemente posible. Añado que quizá la inflación, si no ha venido hasta ahora, ya no vendrá. Pero si viene no debe encontrarnos poco preparados. Sería imperdonable.

Abuelos y nietos. Como en todas partes y con eficacia desigual -más alta en los hospitales que en las residencias-, la gestión de la crisis ha salvado muchas vidas. Las muertes evitadas han sido sobre todo de gente de edad. En este sentido, pues, ha representado un gran gesto de solidaridad de los nietos hacia los abuelos. Ya veníamos de una situación, la gestión de la crisis del 2008, en la que, relativamente hablando y por la vía de las pensiones, fueron también los abuelos los favorecidos. A mí me parece que a partir de ahora los abuelos también deberíamos ser solidarios con los nietos. Me horroriza, por ejemplo, la idea de que no podamos retomar adecuadamente la educación de los jóvenes y de los niños. La transmisión a distancia está bien, pero el maestro cercano es indispensable, sobre todo para los segmentos más desfavorecidos de la población. No nos podemos permitir que se deteriore la escuela.

Norte y Sur. La pandemia ha generado un estado de opinión reticente con la globalización. Es seguro que se insistirá en reservas estratégicas, en política industrial, en el seguro de capacidad productiva en sectores designados como esenciales: industrias tecnológicas, farmacéuticas, de alimentación, de transporte, de energía, etc. Sumado al proteccionismo más tradicional de Trump, y en su beligerancia antichina, los efectos sobre el comercio internacional pueden ser importantes. Expreso una inquietud: procuremos no pasarnos. Seguirá siendo más económico producir muchos productos de consumo e intermedios en Marruecos. Y países como Marruecos necesitan nuestros mercados. Cerrándonos no les ayudamos.

Público y privado. La crisis pone de relieve que el buen funcionamiento de la acción colectiva pide que el Estado asuma y ejerza responsabilidades activas, y expansivas, en ámbitos clave de la protección social y de la promoción económica. Sin duda, el impulso, ya preexistente, hacia el aumento de la presión fiscal saldrá reforzado. Ahora bien, esto no debería confundirse con la idea de que la "responsabilidad de ejecución" es idealmente lo mismo que la ejecución directa por parte de la administración pública, y no debería acompañarse esto del menosprecio hacia el sector privado. Hay cosas que el sector público hace mejor y cosas que hace mejor el sector privado, venga de donde venga la financiación. La escuela pública no es más legítima que la concertada. La colaboración público-privada, bien diseñada, es beneficiosa para el bien común. Al centroizquierda le convendría abandonar la tentación de vincular la idea de un sector público bien dotado de recursos presupuestarios con la de un sector público con mucho personal y pocas transferencias ("capítulo 4"). Recíprocamente, al centroderecha le convendría aceptar el concepto de una hacienda redistributiva potente, siempre que no se pretenda limitar que se exprese mediante transferencias. Aquí habría elementos para un buen entendimiento de futuro entre las dos sensibilidades.

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