RES A PERDRE

¡Tía buena! ¿Sabes qué te haría?

Amarna Miller
2 min

Me espero para cruzar la calle, tapándome la cabeza con una bolsa, para que la lluvia no me moje el pelo. El semáforo cambia de color y un par de coches se paran al lado. Se abre la ventanilla de un Polo y de dentro sale una voz masculina: "¡Tía buena! ¿Sabes qué te haría? "Mantengo la mirada en un punto fijo en el otro lado de la calle y cruzo sin mirar el neandertal que acaba de llamarme pero puedo sentir las risas de los amigos. Miro adelante porque eso es lo que me han enseñado. "Haz como si no pasara nada". Pero por dentro me burbujea una ira que desea enviarlos a tomar por saco. Lo he intentado alguna vez, pero la mayoría de tíos se ponen chulos y tratan de imponer su derecho a decirte lo que quieran. Sólo un par de veces he conseguido que alguien se disculpe. Como la ratio de éxito es baja, sigo con la política de siempre: mirar a un punto fijo y caminar como si no hubiera pasado nada.

Estoy harta, pero he aprendido que no puedo salir victoriosa cuando me enfrento a un sistema de validación masculina, el conjunto de normas y procedimientos que siguen los hombres para regular la lucha de testosterona cuando van en grupo. Porque en el fondo, cuando un hombre hace un gesto machista ante sus colegas, lo que intenta es reafirmar su poder, establecerse como el macho alfa, el triunfador. Y la manera más práctica de romper estos comportamientos no es que nosotras contestemos. A las chicas no nos harán caso; somos el objeto de deseo, el sexo débil. Lo verdaderamente efectivo es que otro hombre de su entorno corte la dinámica y invalide el comentario. Con un solo amigo que no se ría la gracia, el progreso es espectacular.

El sistema de validación se rompe. Ya no es 'cool' escupir tus deseos como si no tuvieras el más mínimo control sobre tus instintos. Si algún colega se pasa de la raya, para los pies. Oblígale a empatizar. Explícale que su comportamiento está fuera de lugar. Y así, poco a poco, iremos erradicando los machismos cotidianos.

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