Puigdemont intenta detener el reloj

La primera reacción del gobierno español augura una dura tormenta

Esther Vera
1 min
Puigdemont arribant al seu despatx del Parlament abans del ple de la declaració d'independència.

Si algo sabe hacer la Unión Europea es negociar y, entre las técnicas que ha desplegado para escribir y ampliar tratados, está la de dejar hasta el final los temas aparentemente irreconciliables y detener el reloj, literalmente, cuando un plazo se convierte en un escollo. Elmartes el presidente Puigdemont paró el reloj. Intentó rebajar las expectativas de inmediatez de declaración de la independencia de muchos ciudadanos y al mismo tiempo escuchar los temores de muchos otros que quieren explorar todas las vías de negociación. El presidente transitó por la cuerda del pragmatismo y anunció una independencia que duró solo unos segundos antes de suspenderla "unas semanas" para favorecer el diálogo para obtener una solución acordada. El discurso se hizo con el mundo mirando y después de que el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, le pidiera explícitamente que no diera un paso que resultara irreversible para la negociación. Puigdemont intentó cuadrar el círculo a pesar del riesgo de que las interpretaciones sean contradictorias. Por un lado, reconoció el heroico referéndum del 1-O y el voto de 2,2 millones de personas a pesar de no ser reconocido por los observadores, y, por otro, hizo el gesto que la comunidad internacional le reclamaba. La primera reacción del gobierno español augura una dura tormenta. Cataluña ha conseguido estar en primera línea de las preocupaciones europeas y sólo la mirada atenta de la Unión podrá evitar que, en palabras de Tusk, Rajoy opte nuevamente por la razón de la fuerza y no por la fuerza de la razón.

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