LA OBSERVADORA

Mi Sr. (J.V.) Foix

Hoy conmemoramos el aniversario de la muerte de J.V. Foix dedicándole el dossier del domingo. Léalo.

Esther Vera
3 min
El meu Sr. (J.V.) Foix

Evidentemente le tratábamos de usted. Mi hermana Ília y yo llegábamos a casa con el estómago lleno de mariposas. Subíamos las escaleras estrechas del piso de Sarrià nerviosas, conscientes de que nos recibía un sabio y divertidas porque todo era divertido. Ella estudiaba literatura en la Central y yo todavía estudiaba despreocupadamente. Días antes de la cita leíamos y releíamos su poesía y su prosa. A veces se producía un relámpago y creía que la entendía.

Recuerdo el sombrero y el abrigo del poeta en el perchero del recibidor. Le gustaban las rosas amarillas que le llevábamos y agradecía con una sonrisa escasa. Nos firmaba libros que recuerdo de memoria con dedicatorias de trazo inseguro: "Cuando me dices tu nombre me haces feliz", "La miraba de reojo y me sonreía". Era ya muy mayor, delgado, impecable. Serio.

Le leíamos en voz alta textos que él elegía. Sólo pequeños detalles dejaban entrever la rabia que sentía por haber perdido la vista hasta el punto de casi no poder leer. Cuando salíamos, contentas por el rato atesorado en la memoria, lo comparábamos con el Beethoven sordo y la impotencia de estar aislado de las fuentes del saber. De la vida elegida.

Estaba tan impresionada que no osaba moverme de la silla del comedor, muerta de curiosidad por una biblioteca que no me atreví a tocar y que ahora asaltaría sin prudencia.

Hablábamos de lo que leíamos y nos gustaba. Tenía un actitud entre amable y distante, parecía de poco trato con la gente, de relaciones elegidas con la exquisitez de una confitería. Mi sensación ahora es que, incluso de viejo, era un hombre independiente. Digno de ser llamado libre de espíritu.

Nos explicaba que durante su niñez, Sarrià estaba separado de Barcelona por campos y viñedos. Que había tartanas para los que iban a veranear y que salía a caminar horas cada día.

Yo hablaba poco y procuraba ser precisa, demostrar que era digna del tiempo que dedicaba a las hijas del carpintero de la pastelería. Su vocabulario era exhuberante y antiguo, como cuando se refería a la señora silenciosa que nos recibía como "mi sirvienta", ante nuestra estupefacción. Sabíamos que cada palabra tenía un sentido. Él era un hombre de orden, pero también, como decía, un "investigador de la poesía". El Señor Foix y el poeta Foix.

He entendido después que en aquellas horas de conversación nos invitaba a dirigirnos a los temas superiores. Salir de la anécdota, de la vulgaridad de sentirnos jóvenes e importantes y escribir como si nos creyéramos el centro del mundo y depositarias de más trascendencia que la condición humana. Lo debía conseguir, porque me siento incómoda explicando Foix a través de mi recuerdo. Sólo lo hago como un agradecimiento. Un recuerdo a las personas que cuando eres joven un día te muestran un camino que no persigue sombras.

Nos explicaba la importancia que tuvieron en su formación las lecturas en el Ateneu Barcelonès. Bajaba andando desde Sarrià y encontraba periódicos y revistas extranjeros y libros nuevos. Nosotras leíamos y nos hablaba de música. De los clásicos, clásicos. Schubert, Schumann, Mozart, Bach.

El último día hizo un útil resumen. Una guía que nunca he olvidado. Señor Foix, qué debemos hacer: "Leer, leer, leer. Trabajar, trabajar, trabajar. Caminar, caminar, caminar".

El ARA de J.V. Foix

Hoy conmemoramos el aniversario de la muerte de J.V. Foix dedicándole el dossier del domingo. Léalo. Nos lo explican Narcís Comadira, Pere Gimferrer, Enric Casasses, Francesc Parcerisas, María Cabrera, Vicenç Altaió y Jordi Nopca, entre otros. Comadira explica algunos recuerdos personales y todos ellos dibujan cuál es su J.V. Foix.

Editamos también el libro Revolució catalanista, con sus dieciocho puntos de meditación, unos textos publicados entre el 1921 y el 1923 en la revista Monitor. Como tan a menudo sucede con los artículos que recupera diariamente para el ARA Josep Maria Casasús, los textos de J.V. Foix también se revelan actuales. "Si por un plebiscito fuera posible otorgar a Cataluña el derecho a segregarse territorialmente del continente y de constituirse en paraíso flotante sobre el Mediterráneo, estamos seguros de la mayoría imponente que daría su voto favorable", escribía un patriota de la lengua.

Este sábado se ha superado el escollo de la CUP a los presupuestos de la Generalitat del año 2017. El horizonte de los próximos meses es incierto. Pero la posibilidad de un referéndum está más cerca que nunca. De una forma u otra el futuro de los catalanes está en las urnas y en la capacidad de convencer a la mayoría de que se puede construir, o intentarlo, este "paraíso sobre el Mediterráneo" del que hablaba el poeta.

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