LA OBSERVADORA

Europa contra sí misma

Con el Brexit aún por negociar entre Londres y Bruselas y con poca prisa para encarar la ruptura, el mapa político europeo puede cambiar pronto en Italia, Austria, Holanda, Francia y Alemania

Esther Vera
3 min
Europa contra ella mateixa

Europa parece tentada sin remedio por el suicidio. Sin remedio es una afirmación bastante categórica para confiar en que termine como una provocación exagerada, pero no será hasta el resultado de las elecciones austriacas y el referéndum italiano que podremos sopesar el grado de pulsión autodestructiva que nuestras ricas ya menudo desganadas sociedades del bienestar van demostrando. Ha llegado el momento de que Europa mire hacia adentro y sea capaz de identificar y defender con coraje los valores que la han construido y la han convertido en un modelo exitoso de convivencia, protección social y crecimiento incomparable en el mundo. La alternativa a no juzgarnos con dureza es aún más oscura.

En Estados Unidos asistimos a la victoria de un populista que amenaza con convertir la política exterior en una ruleta rusa. Donald Trump tendrá una administración imprevisible, si se ha de valorar por los nombramientos de los últimos días, en los que predominan los halcones proteccionistas poco respetuosos con las minorías y más bien relacionados con Rusia que con la vieja Europa. Los primeros pasos diplomáticos, como la llamada a Taiwán, se mueven entre la temeridad y la osadía del ignorante.

Europa no puede esperar una relación transatlántica apacible que haga progresar los acuerdos comerciales y militares en la línea de los últimos años. Sin el tutelaje siempre cómodo de EEUU y con el proyecto europeo sin norte, hay que replegarse para coger fuerzas y hacer un balance realista de las bajas del sueño de la construcción europea. La Europa de De Gasperi ha muerto y la de Delors agoniza. Con el Brexit aún por negociar entre Londres y Bruselas y con poca prisa para encarar la roptura, el mapa político europeo puede cambiar pronto en Italia, Austria, Holanda, Francia y Alemania.

Francia

François Hollande ha hecho el último acto de servicio a los valores de la República y ha aceptado la cruda realidad para evitar un mal mayor y que no es descartable: el ascenso de la ultraderecha en Francia. Será el único presidente de la Quinta República que no optará a la reelección y deja paso a la lucha entre las dos realidades que malviven dentro de la izquierda y con virulencia dentro mismo del socialismo francés. El probable candidato a la presidencia del país, Manuel Valls, habla abiertamente de "muerte de la izquierda si no se reinventa". El hecho es que la crisis económica ha dividido la respuesta política entre los que han optado por favorecer la oferta ayudando a las empresas con rebajas fiscales para reforzar la competitividad y los que han querido responder a la globalización con políticas proteccionistas, favoreciendo la demanda y no tocando el modelo social que cada cada vez es más difícil de pagar y garantizar en el tiempo.

Con las recetas ideológicas tradicionales en crisis debido a los cambios económicos, tecnológicos y culturales de la globalización, el comportamiento de los electores -que hacen zapping entre los partidos adaptándose a la personalidad de los candidatos y su oferta- nos llevará en los peores casos el éxito de fenómenos populistas clásicos basados en la magia o bien, en los mejores, al pragmatismo y al consenso.

Convendría hablar poco de ideologías, además de soluciones a medida y olvidarse de la superioridad moral o más bien moralista.

Alemania

En un contexto de desorientación, ¿podemos mirar hacia Alemania para renovar el compromiso europeo? Merkel no quiere liderar el continente, pero su potencia económica hace que inevitablemente exporte su modelo económico y presupuestario a los socios europeos. Alemania es demasiado pequeña para liderar Europa, pero demasiado exitosa para no condicionarnos, y exporta su estabilidad presupuestaria sin asumir los costes del euro, que le procura la hegemonía. Nos impone la austeridad sin la mutualización de la deuda, pero en algún momento esa masa ingente de deuda que asfixia al sur deberá renegociar. El pasado alemán pesa en Europa para bien y para mal. En cuanto a la posición fiscal contra el déficit que no permite políticas expansivas y por la valiente propuesta de asumir la llegada de refugiados y posteriormente las cuotas realistas, posibles, que los propagandistas hicieron fracasar.

Los valores fundadores de la Unión Europea no tienen el futuro de cara. Sólo reforzando el núcleo de la Europa del euro, mejorando la cohesión de la política fiscal y defendiendo los valores de la democracia, la diversidad, la igualdad de género y de oportunidades podemos aspirar a un futuro mejor. Europa puede reforzar la moneda única y la cohesión política del núcleo duro, no transigir en la exigencia democrática y los derechos humanos. Descolgar, si es necesario, el este de Europa en los saltos adelante y olvidarse de Turquía. Debe ser leal a los motivos de su creación estableciendo cuotas de acogida de los refugiados como han hecho Alemania y Canadá. El futuro alternativo suena a demagogia, populismo y xenofobia.

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