LA OBSERVADORA

Continuar a pesar de todo

Carles Puigdemont insiste en que el estatus de Cataluña no es un problema económico ni identitario sino una cuestión política, y sólo la vía política permitirá encontrar una solución estable y satisfactoria de relación entre España y Cataluña.

Esther Vera
4 min
Continuar malgrat tot

La dirección de un diario es un trabajo en el que hay momentos en que haces de director de orquesta y otros de capitán de una tripulación pirata. Aún no es momento de explicar si paso más tiempo con la batuta o el garfio, pero sé que es un trabajo extraordinario y tengo claro que es un trabajo de equipo. Porque sabemos donde vamos, ¡seguimos!

El presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, nos recibe en el silencioso y solemne Palau de la Generalitat. El marco es sobrio pero la dignidad del cargo es compatible con el sentido del humor y mientras se hacen las fotografías nos cuenta que por su condición de ex alcalde de Girona el protocolo le otorgará algún día la capacidad de llevar una pequeña espada. Las bromas resultan fáciles de hacer. Puigdemont cultiva la ironía aunque -o quizá porque- en el país sube la temperatura política. Niega que se esté produciendo una aceleración de los acontecimientos y asegura que lo que ha cambiado es la percepción de todos aquellos que pensaban que las dificultades de la situación lo habrían detenido. Mantiene el objetivo y el discurso con el que llegó al Gobierno. Sabe que, en esta partida de póquer, la percepción, la credibilidad de su determinación es parte del éxito o del fracaso. Considera que "el momento es ahora" y la evolución política de los últimos seis años es para mantener el rumbo actual, porque el Estado no tendrá instrumentos para detener el Procés.

La determinación es ahora clave para ganar la batalla de la opinión pública. En Cataluña y en España la batalla es por el relato político, y es más que evidente cuando el gobierno del PP reacciona a hechos que aún no se han producido públicamente para interferir en el mensaje del gobierno catalán. Por ejemplo, adelantándose a la conferencia de Madrid o compareciendo en ruedas de prensa en las que se contestan intenciones aún no formuladas públicamente. La credibilidad también es fundamental en Cataluña, donde el relato democrático y de defensa de las urnas es vital para contar con la movilización de los ciudadanos. El gobierno de la Generalitat insiste una y otra vez en la voluntad de diálogo y el fundamento democrático de la reivindicación política. Así lo vuelve a hacer en la entrevista que hoy publicamos. Puigdemont se muestra dispuesto a ir al Congreso de Diputados pero no a una humillación pública de la institución que representa. Su condición es ir al Parlamento español cuando haya convocado el referéndum y haya hecho pública la pregunta con la que llamará a los catalanes a las urnas. En sus palabras, es la diferencia entre "ir a explicar cómo hemos llegado hasta aquí" y "el escarnio" por parte del Congreso de Diputados a la manera como lo hizo con el lehendakari Ibarretxe.

El arma de la democracia

Puigdemont considera que sus principales armas son el mensaje de la reivindicación democrática y el civismo de los partidarios de la independencia. Como dice abiertamente: "Será necesario que se esfuercen mucho por hacer entender que una urna es un arma", refiriéndose a las acusaciones de intento de golpe de estado que se han hecho en las últimas semanas en Madrid. El presidente de la Generalitat prefiere interpretar que la dureza de las amenazas es porque "alardean".

Pero a estas alturas queda claro que el Estado no ha elegido responder con los tanques por la Diagonal sino con la deconstrucción del mensaje democrático y de las competencias. Hay cuatro inhabilitados, entre los cuales el expresidente de la Generalitat, a quien el Tribunal de Cuentas amenaza con multas millonarias contra su patrimonio personal, y todo el Gobierno y la mesa del Parlamento tendrán que hacer frente a la justicia. Todo ello con la consiguiente amenaza de parálisis de los letrados y muchos funcionarios públicos.

Carles Puigdemont insiste en que el estatus de Cataluña no es un problema económico ni identitario sino una cuestión política, y sólo la vía política permitirá encontrar una solución estable y satisfactoria de relación entre España y Cataluña.

El presidente Puigdemont cuenta con la capacidad de convocatoria pacífica de la población. Habla de pacifismo y de resistencia pasiva. Sin huelga general y con manifestaciones permanentes transversales e intergeneracionales.

Los objetivos del gobierno que lidera el presidente quedan claros, pero las dificultades también. No hay duda de que la aceleración de los acontecimientos se produce y la tensión subirá cuando se haga pública la fecha y la pregunta del referéndum. Hay determinación y también grandes incógnitas. De entrada los próximos días sabremos si los comunes se descolgarán de la convocatoria unilateral, si la opinión pública catalana está más cansada del Procés o del menosprecio del Estado y la gran coalición PP-PSOE-Cs, que siempre funciona contra Cataluña .

También sabremos si el PDECat da un paso determinante hacia la refundación o queda atrapado en el pasado. Este será otro artículo.

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