Iglesias o el tronar del escarmiento

"Digamos antes que Iglesias, al tiempo que ofrece una guía para no ser como 'los otros', parece no caer en la cuenta de que con la decapitación provocada se parece a los demás partidos como dos gotas de agua"

Ernesto Ekaizer
3 min
Iglesias va prendre la decisió de fulminar Pascual durant el ple de dimarts al Congrés. La tensió amb Errejón es va fer més que evident.

¿Adónde va Pablo Iglesias? ¿Adónde va Iñigo Errejón? ¿Adónde va Podemos? ¿Cabe esperar una posible nueva investidura de Pedro Sánchez?

Una crisis reprimida desde tiempo atrás en la organización de Madrid saltó al ruedo inmediatamente después de la sesión de investidura fallida del secretario general del PSOE. Diez dimisiones en la capital del Reino han pretendido llamar la atención de la dirección de Podemos y del secretario general sobre la calidad del trabajo de su hombre, Luis Alegre. Pablo Iglesias toma nota y responde con una movida de pieza que supone un jaque al número dos, Iñigo Errejón, como es el cese de Sergio Pascual en el cargo de número tres, el secretario de organización.

En su carta "En defensa de la belleza", dirigida a los militantes y a los círculos, Iglesias señala que "las dimisiones en Madrid se produjeron en el peor momento posible y han puesto en bandeja el relato que interesa a los defensores del status quo". Advierte: "No debemos volver a cometer errores como este, y deberán asumirse las responsabilidades".

El secretario general escribe esta carta después de "cesar" al número tres. Es decir que la afirmación de "deberán asumirse las responsabilidades" es una fórmula de cortesía para definir lo que él ha impuesto: la destitucion sumarísima del secretario de organización.

¿Por qué? Porque "en Podemos no hay ni deberá haber corrientes ni facciones que compitan por el control de los aparatos y los recursos; pues eso nos convertiría en aquello que hemos combatido siempre: un partido más".

Lo sugerente es que, en efecto, ha aflorado una pugna entre facciones. Pero los dimisionarios, a quienes Iglesias califica como una corriente o facción, cuestionan... a otra facción que, mira por dónde, encabeza un hombre estrechamente vinculado a Iglesias en Madrid.

En lugar de explicitar la mar de fondo de la pugna, los protagonistas, que presumen de una transparencia prístina, nos obligan a adivinarlo, a hacer de detectives tras las pistas de las posibles disensiones.

Digamos antes que Iglesias, al tiempo que ofrece una guía para no ser como "los otros", parece no caer en la cuenta de que con la decapitación provocada se parece a los demás partidos como dos gotas de agua. Recuerda a Alicia a A través del espejo. Ella apunta a Zanco Panco: "La cuestión es si puedes hacer que las palabras signifiquen cosas tan diferentes". Zanco Panco liquida la cuestión así: "La cuestión es, simplemente, quién manda aquí".

Iglesias explica en su guía que no se deben llevar las luchas intestinas a los medios de comunicación. ¿Y de qué púlpito viene esta prédica? Del secretario general que necesita llegar a la reunión de su dirección convocada para hoy con la noticia de que el secretario de organización ha pasado por la guillotina en todos los medios de comunicación.

Sabemos que ningún partido quiere ir elecciones el 26 de julio. Y Podemos en especial no quiere ni, podríamos añadir, puede. Porque tras el 20-D ha venido una fase de crisis con las confluencias. Porque el gran tema pendiente de la investidura -se da la puntilla o no a Rajoy, al PP y a su cuatrienio negro- es y será objeto de grandes debates.

¿Podemos está en condiciones de convocar a un ejército disciplinado para lanzarse a una inminente campaña electoral? O, por el contrario, ¿Iglesias corre el riesgo de forzar aventureramente a sus tropas, después de una clara victoria, la del 20 de diciembre, a ir al encuentro de su Waterloo el 26 de junio?

El vértigo que producen unas nuevas elecciones puede ser, finalmente, como hemos visto en Cataluña a primeros de año, El hacedor, para usar el título de cuento de Borges, de la investidura de Sánchez y del próximo gobierno. Y Pablo Iglesias, que quizá todavía no lo sepa, por mero instinto de conservación intentará evitar el fantasma de Waterloo.

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